Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, es tiempo de trabajar, de merecer con nuestras obras la eterna bienaventuranza, de perseverar en nuestra vida católica, siempre tratándola de perfeccionar y corregir para caminar de bien en mejor; los errores, tropiezos, y fragilidades humanas son parte del desarrollo de nuestra vida espiritual, por ello, no debemos quedarnos detenidos ante nuestros desaciertos, antes al contrario, pedir perdón, reparar lo que sea reparable, y con la confianza en Dios seguir adelante.
"Bueno es que padezcamos a veces contradicciones, y que sientan de nosotros mal e imperfectamente, aunque hagamos bien y tengamos buena intención. Estas cosas de ordinario nos ayudan a ser humildes, y nos apartan de la vanagloria." Imitación de Cristo I, XII, 1.
Es un error frecuente, buscar como meta en la vida espiritual, una paz sensible permanente, ausencia de tribulaciones, contradicciones, y tentaciones, abundancia de amistades y aceptación de las personas cercanas, bienes económicos suficientes, salud física; en síntesis, buscar en la vida espiritual el beneficio personal, y no la voluntad de Dios nuestro Señor.
En las condiciones que nos encontremos, debemos y podemos amar y servir a Dios nuestro Señor, aún en los fracasos debemos seguir adelante con el fin de nuestra estadía en la tierra, ante cualquier circunstancia que enfrentemos nuestro fin continúa vigente.
Las tribulaciones, tentaciones, y caídas no deben amedrentarnos, siempre la Divina Providencia ha de conceder las gracias necesarias para cumplir con el fin de nuestra existencia; se requiere tener muy claro el principio y fundamento de nuestra vida, tener una determinada determinación para sobreponernos a todas las dificultades que enfrentemos, la humildad suficiente para conocernos, y confiar en Dios nuestro Señor.
"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con éste o con aquél genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda una determinada determinación para perseverar hasta la muerte en el trabajo de nuestro bien eterno y temporal, invoquemos el auxilio de los Santos de nuestra particular devoción, para alcanzar la eterna bienaventuranza.
"Reveló la misma Virgen María a santa Brígida, que no había en el mundo pecador tan enemigo de Dios, el cual si acudía a Ella e invocaba su auxilio, no volviese a recobrar de Dios la gracia." San Alfonso María de Ligorio, 'Las glorias de María', capítulo III, § 2º, página 114.