Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, las ocupaciones de cada día absorben de tal manera, que pueden hacernos descuidar la vida espiritual, corremos el riesgo de apartarnos de nuestra eterna salvación, con tan solo entregarnos a las cuestiones temporales, necesarias tal vez, más no, la empresa fundamental de nuestra existencia. "Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo." Imitación de Cristo III, I, 1.
Es necesario aprender a vivir en el mundo, sirviéndonosla de él, para nuestra eterna bienaventuranza, de aquí el consejo de San Ignacio de Loyola: "Las cosas de este mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir su fin, que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden." Ejercicios espirituales.
Organicemos nuestra vida en torno a nuestra salvación eterna, cuidando de vivir en gracia de Dios, atendiendo nuestra salud espiritual, por esto las palabras de nuestro divino Redentor: "No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad." San Juan XVII, 15.
Las necesidades y los intereses del mundo son demandantes, abrasivos, desgastantes, a tal grado que pueden absorber nuestra vida. Es aquí donde debemos poner límites sanos que nos protejan, usando la regla de san Ignacio de Loyola: "Tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden."
Debemos fijar un tiempo cada día para nuestra oración, para la meditación de las verdades eternas, para examinar nuestra conciencia; no descuidar la asistencia a la santa Misa, la sagrada confesión, el retiro espiritual para revisar nuestra vida, en síntesis, establecer los fundamentos que aseguren nuestra salud espiritual, teniéndolos como imprescindibles, y las demás ocupaciones que se acomoden. Aquí radica la estrategia espiritual, para ello requiere diligencia, inteligencia, orden y disciplina para aprender a vivir en este mundo sin apartarnos de la gracia de Dios.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos alcance las gracias necesarias para ordenar nuestra vida, para establecer límites sanos; pidamos la intercesión de los Santos, y hagamos lo que está de nuestra parte.