10 Mar
10Mar

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la vida en la tierra tiene tantas ocupaciones, preocupaciones e ilusiones, que resulta absorbente, al grado de hacernos olvidar, si nos descuidamos, del fin de nuestra existencia, a saber: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola, 'ejercicios espirituales'. 

El hombre sin la vida espiritual, sin la gracia santificante, queda reducido a una vida meramente humana, despojado de la presencia de Dios, expuesto a la condenación eterna. 

  • "No sabéis, que a quien os ofrecéis por siervo para obedecerle, sois siervos del mismo, a quien obedecéis, o del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?" Romanos VI, 16.

  • "El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, 'Teología Dogmática', tomo II, § 124, página 274. 

¿Por qué sujetarnos al diablo por la obediencia al pecado? "El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios." ¿Qué nos pasa?... La vida disipada, sin reflexión, sin meditación, sin sacramentos, sin el auxilio divino, de prisas, conduce al apartamiento de la ley de Dios.

"No temáis a los que matan el cuerpo, y no pueden matar el alma: Temed antes al que puede echar el alma y el cuerpo en el infierno." San Mateo X, 28. 

Cuanta necesidad tenemos, queridos hermanos, de la meditación, de la frecuencia de los sacramentos, de la oración, de la mediación de la augusta Madre de Dios, del patrocinio de los Santos, de una vida cristiana que asegure nuestra felicidad en la tierra, y la eterna bienaventuranza en el cielo.

"Bienaventurado el hombre, que no anduvo en consejo de impíos, y en camino de pecadores no se paró, y en cátedra de pestilencia no se sentó. Sino que en la ley del Señor está su voluntad, y en su ley medita día y noche." Salmo I, 1. 

Roguemos a la Santísima Virgen María, fortalezca nuestra voluntad y entendimiento, para apartarnos del pecado, nos alcance las gracias necesarias para vivir cristianamente, y la perseverancia final. 

"Reveló la misma Virgen María a santa Brígida, que no había en el mundo pecador tan enemigo de Dios, el cual si acudía a Ella e invocaba su auxilio, no volviese a recobrar de Dios la gracia." San Alfonso María de Ligorio, 'Las glorias de María', capítulo III, § 2º, página 114. 


Dios te bendiga.



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