Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, necesitamos tiempo para estar con Dios, para platicar, meditar, fortalecernos en su divina presencia. ¿Hace cuánto tiempo que no platicamos con nuestro Creador?... ¿Cuándo fue la última vez que hicimos oración con calma, meditación sin prisas, lectura espiritual en paz?...
Nuestro cuerpo es un templo de Dios que requiere vida espiritual, alimento sobrenatural, cuidados que resguarden a nuestro divino Redentor, en suma, una vida cristiana que lleve el buen olor de Cristo. "¿No sabéis, que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" Corintios III, 16.
Con frecuencia nos desgastamos por los asuntos terrenos, por el cuidado de nuestro prójimo, por los cuidados temporales, descuidando e inclusive abandonando la frecuencia de los sacramentos, la oración en paz, la meditación sosegada, la lectura espiritual, la verdadera devoción a la augusta Madre de Dios, la intercesión de los Santos; nuestra alma se queda desolada, con sed de la presencia de Dios, en la aridez espiritual, pierde el sentido de nuestra existencia. "Porque el templo de Dios, que sois vosotros, santo es." Corintios III, 17.
Hagamos un alto en nuestra vida, examinemos como estamos viviendo nuestra fe y religión, analicemos nuestras costumbres, conversaciones, amistades, diversiones, devociones, y tomemos resoluciones saludables que nos ayuden a alcanzar la realización de nuestra existencia. "Miserable serás dondequiera que fueres y dondequiera que te volvieres, si no te convirtieres a Dios." Imitación de Cristo I, XXII, 1º.
Quiera Dios nuestro Señor, mover nuestros corazones para vivir de tal manera que le agrademos, que nos realicemos cristianamente en este mundo, que gocemos de la paz y de la verdadera libertad de los hijos de Dios, llevando el buen olor de Cristo en nuestras vidas.
Roguemos a la Santísima Virgen María, nos alcance las gracias necesarias para vivir en unión con Dios, para que nuestros talentos den fruto del ciento por uno, e imploremos la intercesión de los Santos por nuestras necesidades materiales y espirituales.
"¡Oh! Si todos los hombres amasan esta benignísima y amososísima Señora, y en las tentaciones acudiesen puntualmente a Ella, ¿quién caería jamás? ¿Quién se perdería nunca? Cae y se pierde el que no acude a María Santísima." San Alfonso María de Ligorio, 'Las glorias de María', capítulo II, § 2º, página 83.