Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, procuremos la amistad de Dios, el patrocinio de la Santísima Virgen María, la intercesión de los Santos; hagamos amigos para la eternidad, formemos lazos de unión para la vida eterna, finquemos nuestra vida para la eterna bienaventuranza que inicia aquí y ahora.
"De manera que ya no sois extranjeros, ni advenedizos, sino que sois ciudadanos de los Santos y domésticos de Dios: Edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y profetas, en el mismo Jesucristo, que es la principal piedra angular: En el cual todo el edificio que se ha levantado, crece para ser un templo santo en el Señor. En el cual vosotros sois también juntamente edificados, para morada de Dios en Espíritu." Efesios II, 19.
Dios nuestro Señor es el fundamento y fortaleza de nuestra vida, en el estado de vida que tengamos, con nuestras obligaciones particulares, debemos amar a Dios por sobre todas las cosas, nuestro cuerpo debe ser morada de la Santísima Trinidad; es hora de despertar, de activarnos, de tomar conciencia de nuestra vida, de la eternidad que hemos empezado a vivir en la tierra y continua después de la muerte.
Vale la pena vivir en gracia de Dios, asistir a la santa Misa, confesarse y comulgar con frecuencia, invocar cada día a la augusta Madre de Dios, implorar la ayuda de los bienaventurados, entregarnos a la meditación de las verdades eternas, dedicar un espacio para el retiro espiritual; en síntesis, vivir cristianamente.
Se requiere voluntad, querer realmente nuestro bien temporal y eterno, amarnos verdaderamente, determinarnos a llevar una vida cristiana; aprovechar la herencia que nos ha otorgado nuestro Señor Jesucristo, los medios de salvación que nos proporciona la Iglesia Católica, la experiencia escrita de los Santos, las gracias actuales que recibimos cada día de la Divina Providencia.
Roguemos a la santísima Virgen María, nos alcance las gracias necesarias para llevar una vida católica, pidamos la intercesión de los Santos de nuestra devoción, y pongamos toda nuestra voluntad para corresponder a la vocación que hemos recibido.
Dios te bendiga.