Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la vida espiritual tiene sus altibajos, sus días de fervor, y de desolación, pero debemos alcanzar un equilibrio, de manera que nos mantengamos en nuestra manera de vivir, independientemente de los estados de ánimo, de las desolaciones, y días difíciles que tengamos que afrontar; lo cual se alcanza con la práctica cotidiana, en el día a día.
Nuestra humana naturaleza está sujeta a cambios constantes, porque estamos en el tiempo, entre la potencia y el acto, además de los tres enemigos permanentes que tenemos, a saber, el mundo, el demonio, y la carne; junto con la lucha que vivimos al interior de nosotros, entre los intereses del cuerpo y del espíritu.
"Porque la carne codicia contra el espíritu: y ese espíritu contra la carne: porque estas dos cosas son contrarias entre sí: para que no hagáis todas las cosas que queréis... Las obras de la carne están patentes: como son fornicación, impureza, deshonestidad, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, contiendas, celos, iras, riñas, discordias, sectas, envidias, homicidios, embriagueces, glotonerías y otras cosas como estas, sobre las cuales os denuncio, como ya lo dije: Que los que tales cosas hacen, no alcanzarán el reino de Dios. Más el fruto del espíritu es: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo, crucificaron su propia carne con sus vicios y concupiscencias." Gálatas V, 17.
Por lo cual no podemos pretender vivir en una paz sensible, permanente, y continua, porque esto provocara grandes desencantos, frustraciones, que redundan en daños para nuestra vida espiritual.
Por esto el santo Job, nos instruye: la vida del hombre es milicia, porque estamos en una época de prueba, mereciendo con nuestras obras la salvación o la reprobación eterna.
De aquí la importancia de conocer los límites de nuestra naturaleza humana, el fin y motivo de nuestra estadía sobre la tierra, los fundamentos de nuestra fe católica, la vida de los bienaventurados, las vicisitudes a que estuvieron expuestos, las luchas que padecieron; porque esto nos permite valorar la importancia de la oración, lo benéfico y saludable para nuestra vida espiritual que resulta de la frecuencia de los sacramentos, de la práctica de la ascética y de la mística.
Si desconocemos la composición de la naturaleza humana, el fin de nuestra existencia sobre la tierra, las luchas permanentes que enfrenta nuestra alma, corremos el grave riesgo de perdernos en el camino, de desilusionarnos y extraviarnos en nuestro camino a la patria eterna, con grave daño de nuestra salud espiritual.
Es muy aconsejable, por tanto, instruirnos en los fundamentos de nuestra fe católica, hacer oración cada día, frecuentar los sacramentos, tener especial devoción a la bendita Madre de Dios, invocar al Espíritu Santo, tener al menos un santo de devoción, lectura espiritual cada día, y por supuesto, asistir a la santa misa; en síntesis, ordenar nuestra vida conforme a nuestra fe católica.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos bendiga, nos guarde e ilumine, para que vivamos de tal manera que merezcamos con la gracia de Dios nuestra salvación eterna, y podamos ayudar a nuestro prójimo a alcanzarla también.
Dios te bendiga.