Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, cuanto bien nos hace estar a solas con Dios, con el autor de nuestra vida, de quien recibimos cada día innumerables beneficios...
A solas con Dios nuestro Señor, para platicar, suplicar, pedir perdón, hablar con sinceridad; nuestra alma recibe innumerables beneficios de la mano de nuestro Padre celestial.
"Los mayores santos evitaban cuanto podían las compañías de los hombres, y elegían el vivir para Dios en su retiro." Imitación de Cristo I, XX, 1.
El mundo con todos sus compromisos, demandas, y exigencias, nos agobia el espíritu, nos abate el alma, merma nuestras energías para entregarnos a la soledad y al silencio en compañía de Jesucristo nuestro Señor y maestro.
"Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo... Esto dice tu amado: Jesucristo. Yo soy tu salud, tu paz y tu vida. Consérvate cerca de Mí, y hallarás paz. Deja todas las cosas transitorias, y busca las eternas." Imitación de Cristo III, I, 1.
Debemos poner orden en nuestros compromisos, destinar un tiempo cada mes, cada semana, cada día para estar a solas con Dios, para fortalecernos en la presencia de nuestro Señor, para analizar nuestra vida, corregir nuestros errores, fortalecer nuestros aciertos, aprovechar las oportunidades en bien de nuestra salud espiritual.
Nuestra vida puede ser muy agradable a los ojos de Dios, si tenemos de oficio amar y servir a nuestro Señor en las condiciones y obligaciones de estado que nos encontremos.
"Dios resiste a los soberbios, y a los humildes da gracia. Someteos pues a Dios, y resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros." Santiago apóstol IV, 6.
Hagamos el esfuerzo de tener la santa costumbre de estar a solas con Dios, seamos fuertes para resistir las vanidades del mundo, rechazar las exigencias del demonio, poner limites a las demandas de los hombres; en suma, para entregarnos a la oración con calma, para acercarnos a Dios nuestro Señor en la soledad y el silencio, y así, poder llevar una vida plena, alegre, con miras a nuestra salvación eterna.
Roguemos a la Santísima Virgen María, nos conceda su gracia y patrocinio para entregarnos a solas con Dios, para avivar nuestra fe y devoción a la augusta Madre de Dios.
"Tan dueña es María de los bienes de Dios, que da a quien quiere, cuanto quiere y como quiere todas las gracias de Dios, todas las virtudes de Jesucristo y todos los dones del Espíritu Santo, todos los bienes de la naturaleza, de la gracia y de la gloria." San Luis María G. de Montfort, "El amor de la sabiduría eterna", capítulo XVII, No. 207.