Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, debemos vivir cristianamente en el estado de vida que tengamos, establecer condiciones para nuestro beneficio espiritual, acrecentar los dones o talentos que hemos recibido, viendo en el mundo un área de oportunidades para nuestra eterna bienaventuranza.
El estado habitual de pecado mortal entorpece nuestra alma, nos limita a una vida meramente humana, nos aparta del fin para el cual hemos sido creados, en síntesis, el pecado nos idiotiza. "El estipendio y paga del pecado, es la muerte." Romanos VI, 23.
Aprendamos a vivir en gracia de Dios; a medir las cosas, amistades, circunstancias y coyunturas conforme al fin para el cual hemos sido creados, a saber: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma". Aplicando el principio de san Ignacio de Loyola: “Que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden”.
Para esto requerimos de la oración, de la frecuencia de los sacramentos, de implorar el patrocinio de la augusta Madre de Dios, la intercesión de los Santos, la meditación de las verdades eternas; en suma, necesitamos reconfigurar nuestra vida en nuestro Señor Jesucristo.
Se pierde mucho tiempo en justificar nuestros errores en el pasado, instalándonos en un estado donde rara vez tenemos la culpa, victimizándonos o comparándonos a la manera del fariseo del Evangelio: "Gracias te doy porque no soy como los otros hombres, robadores, injustos, adúlteros: así como este publicano. Ayuno dos veces en la semana, doy diezmo de todo lo que poseo." San Lucas XVIII, 11.
¡Despertemos queridos hermanos! Ubiquémonos en la realidad, difícilmente vendrá alguien a solucionarnos la vida, salgamos del estado de conformismo espiritual, de rutina, de adormecimiento, y trabajemos en nuestra salvación eterna de manera seria, eficaz, y continua.
Roguemos a la Santísima Virgen María nos conceda gracias sobreabundantes para nuestra eterna bienaventuranza, imploremos el sufragio de los Santos, y perseveremos en la santa resolución de salvar nuestra alma en el estado de vida que tengamos.
"Cuando María ha echado sus raíces en un alma, obra allí las maravillas de la gracia, que sólo Ella es capaz de producir, porque sólo Ella es la Virgen que jamás ha tenido ni tendrá semejante en pureza y fecundidad." San Luis María G. de Montfort, Tratado de la verdadera devoción, artículo 1, número 35.