Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, hay épocas donde nos podemos esforzar bastante por nuestro adelantamiento espiritual, viendo pocos resultados, incluso caídas, errores, y fracasos en la vida cotidiana, lo cual genera un sentimiento de apocamiento, desaliento, tristeza, que si no estamos atentos podemos terminar por abandonar la vida espiritual.
Por esto es muy importante la perseverancia, que a su tiempo veremos los resultados, en su momento Dios nuestro Señor nos ha de bendecir, pero son fructíferas las noches oscuras, para que aprendamos a valorar la gracia, la paz, y podamos ser indulgentes con nuestro prójimo que padece tribulación y desconsuelo.
"Porque siete veces caerá el justo, y se levantará: más los impíos se precipitarán en el mal." Proverbios XXIV, 16.
Hagamos lo que está de nuestra parte por llevar una vida ordenada, no busquemos la tribulación y mucho menos la tentación, sino ante todo conformarnos con la voluntad de Dios, que la Providencia bien sabe lo que ocupamos, dándonos juntamente las gracias necesarias para bien y provecho nuestro.
No nos inquietemos ni arredremos ante la fuerza de las tentaciones, permanezcamos valerosos en el combate espiritual, fortalezcámonos con la frecuencia de los sacramentos, tengamos la humildad para reconocer cuando hemos sido doblegados en la batalla, para recuperar pronto la gracia de Dios, y continuar nuestro caminar en la tierra hasta llegar al puerto de la salvación eterna.
"Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo." Imitación de Cristo III, I, 1.
Invoquemos con frecuencia la protección de la santísima Virgen María, que nos cubra con su manto maternal, que nos alcance las gracias necesarias para salir airosos ante los ataques del mundo, demonio, y carne; imploremos la protección de los santos de nuestra particular devoción, adoremos a la augusta Trinidad, y perseveremos en el cumplimiento de nuestras obligaciones de estado.
"Tan dueña es María de los bienes de Dios, que da a quien quiere, cuanto quiere y como quiere todas las gracias de Dios, todas las virtudes de Jesucristo y todos los dones del Espíritu Santo, todos los bienes de la naturaleza, de la gracia y de la gloria." San Luis María G. de Montfort, "El amor de la sabiduría eterna", capítulo XVII, No. 207.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos con su maternal cuidado, nos conduzca a la patria eterna, y nos favorezca con su protección amorosa.