11 Feb
11Feb

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, debemos ser agradecidos con Dios, por tantos beneficios recibidos de su maneo generosa: por ser sus hijos por la gracia del bautismo, por la eterna bienaventuranza que nos espera con nuestra cooperación, por el pan de cada día, por las aflicciones que redundan en medios de santificación, por el gran regalo que nos concedió, al otorgarnos a la Santísima Virgen María como madre nuestra. 

"Bendice, alma mía, al Señor, y todas las cosas que hay dentro de mí, a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no te olvides de todos sus galardones. Él perdona todas tus maldades: Él sana todas tus enfermedades." Salmo CII, 1. 

Muchas veces, no valoramos las bendiciones que todos los días recibimos de la Divina Providencia, deteniéndonos en una mirada muy humana, que sólo contempla lo que nos falta, nuestras limitaciones y carencias... Cuando la misma pobreza material, las penalidades y aflicciones de la presente vida, son bendiciones, medios de santificación si los sabemos aprovechar: "Los que aman a Dios, todas las cosas les contribuyen al bien". Romanos VIII, 28. 

En las condiciones en que nos encontremos, podemos amar y servir a Dios nuestro Señor: "Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con éste o con aquél genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios". San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales.  

Procuremos repetir con el santo Job:

  • "El Señor lo dió, el Señor lo quito: como agradó al Señor, así se ha hecho: bendito sea el nombre del Señor". Job I, 21. 

  • "¿Si de la mano de Dios hemos recibido los bienes, por qué no recibiremos los males?" Job II, 10.

Nuestra relación con Dios nuestro Señor, no debe convertirse en interés, conveniencia y provecho personal; por el contrario, debe fundarse en la caridad, recordando que nosotros somos las criaturas, los que nos debemos a Dios, y así cumplir con el fin de nuestra existencia: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma."  

Meditemos con frecuencia en el fin de nuestra existencia, en los beneficios que día a día recibimos de la Providencia, y procuremos ser agradecidos, principalmente en la tribulación y en la adversidad. 

Roguemos a la Santísima Virgen María, nos conceda la gracia de vivir cristianamente, de ser agradecidos y de la perseverancia final.

"Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" San Mateo XVI, 26.


Dios te bendiga.



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