Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en la vida espiritual hay épocas de fervor sensible, de gran entrega, de satisfacción por los logros obtenidos, donde todo parece salirnos muy bien; pero no debemos sorprendernos que también existen etapas de arideces espirituales, de sequedades, de falta de fervor, algunas veces resultado de nuestros descuidos, y otros, permitidos por la Divina Providencia, donde todo se complica, incluso se puede experimentar tedio y un vacío en lo que en otro tiempo era un paraíso sobre la tierra.
Por supuesto que las almas se desconciertan, máxime si llegan a incurrir en pecados graves, llegando a surgir la duda, de si Dios los ama, si van por buen camino, si es mejor abandonarlo todo... Por esto santa Teresa escribió: buscar al Dios de los consuelos, no los consuelos de Dios.
Estas etapas no deseadas, y muchas veces no provocadas, son permitidas por nuestro Señor en algunas almas, para bien de su salud, para fundarlas en la virtud de la humildad, en el desasimiento de las criaturas, en el abandono total en las manos de Dios.
"Las sequedades son unas privaciones de los consuelos sensibles y espirituales que favorecen la oración y el ejercicio de la virtud. A pesar de todo el trabajo que pongamos en la oración, no sentimos gusto en ella, sino, muy al revés, enfado y cansancio; se nos hace muy largo el tiempo de ella; parecen estar dormidas la fe y la confianza, y el alma, en vez de estar despierta y alegre, vive en una especie de modorra: no hace cosa alguna, sino a fuerza de voluntad. Es ciertamente un estado muy doloroso; pero también tiene sus ventajas." Tanquerey, compendio de teología ascética y mística, no. 925.
Con tranquilidad, con espíritu sosegado debemos analizar si nosotros hemos tenido la culpa: con movimientos de soberbia o vana complacencia, por pereza espiritual o activismo excesivo, por estar muy afanoso en buscar consuelos y amistades humanas, incluso por falta de lealtad u honestidad al director espiritual o confesor.
Aún y cuando tengamos algo de culpa, no debemos desmayar, ni quitar nuestros ejercicios espirituales, mayor mérito tendremos el hacerlos con recta intención, y tener la confianza que ya pasara, vendrán tiempos mejores, por ahora nos toca batallar un poco, y ese esfuerzo ha de servir para purificar nuestra alma, para mejor ayudar a nuestro prójimo, y estar convencidos de que el camino espiritual es obra de mucho trabajo, esfuerzo, y tiempo.
En las sequedades requerimos mente fría, aceptar la voluntad de Dios, trabajar con método e inteligencia, no estar ansioso por los consuelos espirituales, porque se puede alargar más la espera, entrar en más dudas, tentaciones, incluso contra la fe y la esperanza.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne conservarnos en el servicio de Dios, en el cuidado de nuestra salud espiritual, y que nos conceda la santa perseverancia.
Dios te bendiga.