21 Oct
21Oct

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, los enemigos del alma conforme al catecismo, son el mundo, el demonio, y la carne; pues hablemos un poco sobre el mundo, contrario a nuestra salvación eterna, el cual no es el conjunto de personas que lo habitan, en las que encontramos justos y pecadores, más bien, es el conjunto de los que son contrarios a nuestro Señor Jesucristo y esclavos de la triple concupiscencia o el amor desordenado de los placeres de los sentidos. 

"¿No sabéis que la amistad de este mundo es enemiga de Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo de este siglo, se constituye enemigo de Dios." Santiago IV, 4.

Podemos resumir, que quienes integran el mundo, como enemigo del alma, son: 

1.- Los incrédulos, hostiles a la religión precisamente porque ésta condena la soberbia de ellos, la sensualidad, el deseo desordenado de las riquezas. 

2.- Los indiferentes, que no cuidan de conservar la fe, porque esto les obligaría a salir de su zona de confort. 

3.- Los pecadores impenitentes, porque aman el pecado por el placer que les proporciona, y no quieren apartarse de él. 

4.- Los mundanos que creen y aún practican la religión, pero se dejan llevar de los placeres, del lujo, haciendo una combinación entre la fe y sus pecados, con grave escándalo de las almas piadosas, justificación para los incrédulos, y tranquilidad para los impenitentes.  

Este espíritu del mundo se nos comunica a través de las personas con las cuales tratamos, en las conversaciones, en las lecturas, en los programas, películas y medios modernos de comunicarnos, en la educación anticristiana o laica, los cuales llevan máximas contrarios al santo Evangelio, alabando el pecado o la indiferencia, denigrando o viendo como poco útil la virtud y la piedad cristiana.  

"No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad." San Juan XVII, 15.

Vemos en este mundo anticristiano, que aparenta libertad e igualdad, pero que pregona doctrinas o máximas contrarias al Evangelio, como por ejemplo, el aborto, el matrimonio igualitario, el control de la natalidad, la autorización de la usura, la muerte digna, la cremación de los difuntos, la masonería, la educación sexual, las teorías sobre el origen del mundo y su conservación, y una serie de corrientes amparadas en la libertad, mostradas como inofensivas, pero siendo perniciosos sus frutos para la salud espiritual. 

La realidad es que tenemos que vivir en el mundo, donde es muy fácil contagiarse de este espíritu contrario al Evangelio, pero debemos desarrollar la capacidad para servirnos del mundo tanto cuanto nos sea útil para nuestra salvación eterna, como nos lo enseña san Ignacio de Loyola. 

  • "Las cosas de este mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir su fin, que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

  • "Realmente, las cosas de acá no son más que medios o instrumentos de que nos debemos valer para llegar al término." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.

  • "Cuantas cosas hay en el mundo pueden servir como instrumentos al fin, pero no todas arman a todos ni son útiles en todos los tiempos." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.

  • "Las cosas se deben medir por cuanto le ayuden o estorben a la consecución de su último fin, se sigue que, considerándolas en sí mismas por su respecto y amor no debe inclinarse más a unas que a otras, cualquiera que sean." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.

Debemos procurar, con la ayuda de Dios, leer, meditar, rumiar el santo Evangelio, persuadirnos de que por él habla nuestro Señor Jesucristo, y pedirle que nos conceda su gracia para entenderlo, comprenderlo, y poner por obra su espíritu en nuestra vida cotidiana. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda la gracia de vivir en el mundo sin corromper nuestra fe, manteniendo vivo el espíritu del Evangelio, conservando la gracia en nuestra alma, y llevando el buen olor de Cristo hasta nuestra entrada en la gloria eterna. 


Dios te bendiga.



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