Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, cuan importante es creer en la palabra de Dios, es señal de vida, de confianza, de amor; nos narra el Evangelio de san Juan:
"Había en Cafarnaúm un oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo. Éste, habiendo oído que Jesús venía de Judea a Galilea, fue a buscarle y le rogó descendiese a su casa y sanase a su hijo porque se estaba muriendo. Mas Jesús le dijo... Ve, tu hijo vive. Creyó el hombre la palabra que le había dicho Jesús y se marchó. Y cuando regresaba, salieron al encuentro sus criados, y le notificaron que su hijo vivía." San Juan IV, 46.
Es fundamento de nuestra fe, creer firmemente en la presencia de nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento que se nos da como alimento en la sagrada comunión, en el perdón de nuestros pecados en el sacramento de la confesión, en la eficacia del santo bautismo, en las gracias que se concede a los casados en el sacramento del matrimonio; en fin, creer en lo que Dios nuestro Señor nos ha revelado y la Iglesia nos propone para tener como dogmas de nuestra fe católica.
Nuestra fe nos enseña que Dios habita en nosotros por el estado de gracia, de donde se infiere la dignidad de los hijos de Dios, que nos hace templos vivos del Espíritu Santo, de tal suerte que podemos realmente llevar el buen olor de Cristo en nuestra vida:
"La gracia santificante convierte al justo en templo del Espíritu Santo. (sentencia cierta)" Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 396.
"¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" Corintios III, 16.
"Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada." San Juan XIV, 23.
Este tema es fundamental, la presencia real y verdadera de Dios en nuestra vida, en nuestro cuerpo, de donde se infiere la gravedad del pecado mortal que nos despoja de la gracia de Dios, exponiéndonos a la condenación eterna.
Podemos tener muchos o pocos dones y talentos, podemos gozar de buena o mala salud, tener una vida larga o corta, muchos o pocos bienes materiales; por en cima de todas estas cuestiones accidentales, se encuentra la presencia de Dios en nuestra alma, vivificar nuestras obras por la gracia, estar revestido de Cristo, gozar la libertad de los hijos de Dios; y esto, es fundamental creerlo.
"La inhabitación personal del Espíritu Santo no tiene como consecuencia la unión sustancial, sino sólo accidental, del mismo con el alma del justo. Como la inhabitación del Espíritu Santo es una operación de Dios hacia el exterior y las operaciones de Dios hacia el exterior son comunes a las tres divinas personas, resulta que la inhabitación del Espíritu Santo coincide con la de las tres divinas personas." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 396.
Tengamos el santo propósito recurrir con frecuencia al sacramento de la confesión, de procurar vivir habitualmente en gracia de Dios, de acostumbrarnos a recibir la sagrada comunión con devoción, de llevar una vida católica, instruyéndonos en las verdades de nuestra fe, de invocar con frecuencia al Espíritu Santo, de tal suerte, que digamos con el apóstol san Pablo: es Cristo quien vive en mí.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne fortalecernos en la fe y confianza en nuestro Señor Jesucristo, nos ampare con su manto maternal, y nos conduzca a la vida eterna.