Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, debemos poner nuestra confianza en la Divina Providencia, haciendo lo que está de nuestra parte, y confiando en la misericordia de Dios que ha de proveer de nuestras necesidades.
"Se alegrará el justo en el Señor, y esperará en él, y serán alabados todos los rectos de corazón." Salmo LXIII, 11.
El día de mañana es incierto para nosotros los hombres, pues ni siquiera podemos tener certeza de que hemos de vivir, lo cierto es que el Dios que reina hoy, reinará mañana, y por toda la eternidad, en el cual debemos poner nuestra confianza y seguridad, que ha de proveer de nuestras necesidades como padre amoroso y misericordioso.
"De todo corazón ten confianza en el Señor, y no te apoyes en tu prudencia. En todos tus caminos pon tu pensamiento en él, y él mismo enderezará tus pasos. No seas sabio en tu opinión: teme a Dios, y apártate de lo malo." Proverbios III, 5.
Debemos trabajar para proveer de nuestras necesidades, pero debemos tener la fe y la confianza en nuestro Señor Jesucristo, tarea nada fácil por nuestra humana naturaleza, que algunas veces pretende ser sabia en su propia opinión y juicio.
"Bienaventurado el varón, que confía en el Señor, y el Señor será su esperanza." Jeremías XVII, 7.
¿Qué es lo que más te preocupa y te roba tu paz?, ¿qué hay en el fondo de tu corazón que te conturba?, ¿qué te angustia?... Acaso la muerte, la enfermedad, la pobreza, las afrentas y humillaciones, los caminos de tus seres queridos... Pon tus preocupaciones en el sagrado Corazón de Jesús, en las manos amorosas de la bienaventurada siempre Virgen María, reza con fe y confianza, pide a Dios nuestro Señor la conformidad con su voluntad, implora la confianza en la Divina Providencia que aun de los males sabe sacar bienes, que esas dificultades por las que puedes atravesar se conviertan en una purificación para tu alma, y en un santo abandono en las manos amorosas de Dios nuestro Señor.
Lo que debemos temer es apartarnos de Dios, exponernos a la condenación eterna por el pecado mortal; pero aunque algún hermano se encuentre en tan lastimoso estado de pecado mortal en forma habitual, aún y cuando tenga años en ese estado, tiene esperanzas de cambiar si se encomienda de corazón a la bendita Madre de Dios, que para ella no hay imposibles, se han dado grandes conversiones por su bendita intercesión.
"Aún cuando os hallaseis en el borde del abismo o tuvieseis ya un pie en el infierno; aunque hubieseis vendido vuestra alma al diablo; aun cuando fueseis un hereje endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano os convertiréis y os salvaréis, con tal que (lo repito, y notad las palabras y los términos de mi consejo) recéis devotamente todos los días el Santo Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de vuestros pecados." San Luis María G. de Montfort, el secreto del Rosario.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne, amparadnos, protegernos, sostenernos en sus manos amorosas, nos alcance la gracia de vivir santamente, y nos la bienaventuranza eterna.
Dios te bendiga.