Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, leemos en el santo Evangelio de san Lucas: "Donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón." Acorde a la doctrina de la Iglesia, nuestro tesoro debe estar en Dios, pues nos dice el primer mandamiento: "Amaras al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu entendimiento, y a tu prójimo como a ti mismo." Sin embargo, por la fragilidad de nuestra humana naturaleza, muchas veces nuestro corazón está en las criaturas que más amamos, en los bienes de este mundo, o en el amor a nuestra propia excelencia.
Las propias contrariedades naturales de la vida, los reveses ordinarios de la fragilidad humana, y las decepciones a que estamos expuestos en la presente vida, se encargan de purificar nuestro corazón, de acercarlo a Dios nuestro Señor, pues en cada desencanto nos percatamos que el único que no cambia es nuestro Divino Redentor.
Una de las maneras como manifestamos el amor a Dios es conformarnos la voluntad divina, que en ocasiones es contraria a nuestros gustos y deseos, que lejos de agradarnos nos es contraria y aflictiva.
"Practican también en su primer grado el amor de conformidad con la voluntad divina, cumpliendo los mandamientos de Dios y de la Iglesia, y sufriendo con buen ánimo las pruebas que la Providencia les envía para ayudarlos a purificar su alma." Tanquerey, manual de teología ascética y mística, No. 1226. b.
Debemos cuidar nuestro corazón, velando en donde pone su amor, porque si se equivoca, en esa medida será el sufrimiento por la falta de correspondencia, por la decepción; y así debemos amar a nuestro prójimo porque es criatura de Dios, hecha a su imagen y semejanza, y debemos buscar su bien eterno y temporal, porque es muy fácil desviarnos del amor verdadero, sobrenatural y hacerlo carnal.
"Amar significa buscar el bien de aquellos a quienes amamos. El hombre debe, entonces, buscar primero el bien de Dios y después el bien del hombre. El bien de Dios es que su nombre sea bendecido y glorificado en los hechos por el cumplimiento de su ley. El bien del hombre es que le sean reconocidos todos los derechos que buscan al logro de su bienestar eterno y temporal. Si es así, faltaría al mandamiento del Amor aquel padre que no reprimiera a su hijo que viola los derechos de Dios o los derechos de su Madre. No cumpliría con la caridad el padre que no castiga, si es necesario, al hijo que no respeta a su madre o que maltrata a sus hermanos. No cumple con la caridad el gobernante que no cuida los intereses de la patria o que no previene y castiga los atropellos de los malos ciudadanos. Caridad no es sentimentalismo que consiente todos los errores y atropellos de los demás. Caridad es procurar eficazmente el bien real (eterno y temporal) de los demás y odiar en todo momento el mal." Padre Julio Meivielle, el judío en el misterio de la historia, página 132.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne, bendecirnos, alcanzarnos el amor verdadero, la conformidad con la voluntad De Dios, la abnegación cristiana, y la santa perseverancia en el servicio de Dios nuestro Señor.