11 Nov
11Nov

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en la vida espiritual hay días de mucho fervor, paz, y alegría sensible, donde nos podemos afianzar con facilidad en nuestra unión con nuestro Divino Redentor; pero también hay periodos de sequedades y arideces espirituales, donde desaparece el gusto sensible, donde todo es cuesta arriba, y se suele desanimar el alma, algunas veces abandona las prácticas de piedad, buscando el consuelo humano para compensar su desolación.

"Las sequedades son unas privaciones de los consuelos sensibles y espirituales que favorecen la oración y el ejercicio de la virtud. A pesar de todo el trabajo que pongamos en la oración, no sentimos gusto en ella, sino, muy al revés, enfado y cansancio; se nos hace muy largo el tiempo de ella; parecen estar dormidas la fe y la confianza, y el alma, en vez de estar despierta y alegre, vive en una especie de modorra: no hace cosa alguna, sino a fuerza de voluntad. Es ciertamente un estado muy doloroso; pero también tiene sus ventajas." Tanquerey, compendio de teología ascética y mística, no. 925. 

Nuestra alma debe ser probada en las vicisitudes cotidianas, pues somos simples seres humanos, cambiantes, sujetos a diversas tribulaciones por naturaleza, es muy difícil que nos mantengamos por mucho tiempo en el mismo estado, porque estamos en un estado de peregrinación que termina con la muerte, en donde se define nuestro lugar permanente, y debemos merecer con nuestros esfuerzos ordinarios la patria eterna, que es el paraíso, donde gozaremos con el favor de Dios, del reino de los cielos. 

Todo lo que nos acontezca en la presente vida es momentáneo, porque estamos sujetos al tiempo, a la mutación, a la transición de la potencia al acto; y esto, lejos de desalentarnos, debe impulsarnos a mantenernos en el servicio de Dios nuestro Señor, mediante el cumplimiento de nuestras obligaciones de estado, la guarda de los mandamientos, y la práctica de la virtud, dando fruto de la gracia que hemos recibido.

"Y vestíos del hombre nuevo, que fue criado según Dios en justicia, y en santidad de verdad." Efesios IV, 24. 

Algunas veces nos centramos tanto en nosotros, que hacemos depender nuestra vida espiritual de nuestros estados anímicos, y por supuesto, que habrá días donde nos sintamos mal, sea por nuestros errores, por las tentaciones, por el desgaste natural de la vida con nuestros hermanos; pero debemos fortalecernos en la gracia de Dios para continuar con uniformidad en nuestra salud espiritual. 

"Luego no soy creado para alabarme, honrarme, servirme y regalarme, sino para alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.

Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda la santa perseverancia, nos aliente en la tribulación, y nos cubra con manto maternal hasta llegar al reino de los cielos. 


Dios te bendiga.



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