10 Nov
10Nov

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, cada uno tenemos dones y talentos, fortalezas, oportunidades, debilidades, y amenazas, de lo que podemos sacar la mejor versión de nosotros mismos, acrecentar en nosotros la caridad de Cristo, mantener a raya la concupiscencia, servir a nuestro Divino Redentor en el estado de vida que guardemos; pero se hace necesario el conocimiento de nosotros mismos, la asistencia de la gracia de Dios, y clarificar los objetivos que deseamos alcanzar.    

Si analizamos la vida de los bienaventurados, ellos desarrollaron sus dones y talentos, se fortalecieron en la tribulación, correspondieron a la gracia y al llamamiento de Dios, dando como resultado la plenitud en la presente vida conforme a la voluntad divina, y la eterna bienaventuranza en el reino de los cielos. 

Todos estamos llamados a vivir en el paraíso, pero debemos corresponder al llamamiento divino, santificarnos en el día a día, vivir la libertad de los hijos de Dios, llevar el buen olor de Cristo, desarrollar el espíritu del Evangelio, en las condiciones particulares que nos toquen vivir. 

"Cualquier cosa que hagáis sea de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre de nuestro Señor Jesucristo, dando gracias por él a Dios y Padre. Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene, en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis desabridos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo: porque esto es agradable al Señor. Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, para que no se hagan de ánimo apocado. Siervos, obedeced en todas vuestras cosas a vuestros señores temporales, no sirviendo al ojo, como por agradar a hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios. Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como por el Señor, y no por los hombres." Colosenses III, 17. 

Recordemos que tenemos libre albedrío para seguir la voluntad de Dios, para mantenernos al margen, o para contradecirla con prejuicio de nuestra salud espiritual, pero es nuestra libre elección, es la forma como ejerzamos nuestra libertad, es nuestro muy particular modo de obrar. 

Por lo cual, es necesario, queridos hermanos, frecuentar los sacramentos, sobre todo la confesión y la sagrada comunión; dedicar un tiempo cada día para la meditación de las verdades eternas, examinar nuestra conciencia con regularidad, tener lectura espiritual, ejercitarnos en la devoción a la Madre de Dios, invocar a los santos de nuestra particular devoción, ejercitar la caridad conforme a nuestro estado y condición, perdonar de corazón las ofensas que se nos infieran; en síntesis, llevar una vida católica. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos, fortalecernos, y hacernos perseverar en la vida de unión con nuestro Divino Redentor hasta el fin de nuestra vida. 


Dios te bendiga.



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