08 Nov
08Nov

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, no permitamos que el desánimo arruine nuestra vida espiritual, que las contrariedades cotidianas, los sinsabores del día, e incluso las afrentas y las diatribas, abatan nuestra vida de oración, convirtamos estas emociones y sentimientos en ofrecimientos a Dios nuestro Señor, que permite seamos probados para buscarlo con mayor sinceridad; aún nuestros errores, debilidades, y caídas deben impulsarnos a buscar la misericordia de nuestro Divino Redentor.

"Cerca está el Señor de aquellos, que tienen el corazón atribulado; y a los humildes de espíritu los salvará." Salmo XXXIII, 19. 

Muchas almas en los días de tribulación retroceden, en la aridez espiritual abandonan sus prácticas de piedad, en las pruebas y errores suelen culparse tanto, que llegan a desconfiar de la misericordia de Dios nuestro Señor; siendo esos momentos aciagos en donde mayormente debemos asirnos al Padre eterno que conoce la miseria de la que estamos hechos, la concupiscencia que nos aqueja, la herida del pecado original. 

"Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevará y guiará al fin deseado, adonde será el fin del padecer, aunque aquí no lo sea." Imitación de Cristo II, XII, 5. 

Somos seres humanos, con defectos y virtudes, sujetos a los cambios de ánimo, pero por sobre todas las cosas debemos mantenernos en el fin y motivo de nuestra estadía en este mundo, a saber: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.

Pidamos al Espíritu Santo el don de la fortaleza, cobremos vigor en la fe, recordando que las criaturas pueden obrar de muy buena intención, pero se pueden equivocar, a quien debemos agradar es a Dios nuestro Señor, quien conoce lo más profundo de cada corazón, quien nos ama infinitamente.

No se conturbe tu corazón ante las contradicciones, no se aflija tu espíritu en la tribulación, recurramos a la oración para pedir las gracias que necesitamos, meditemos en la vida y pasión de nuestro Divino Redentor, tomemos ejemplo de los bienaventurados en sus momentos difíciles, porque nuestra lucha no es solo contra la carne y la sangre, sino contra los espíritus del mal.

"Porque nosotros no tenemos que luchar contra la carne, y la sangre: sino contra los principados, y potestades, contra los gobernadores de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus de maldad en los aires. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios; para que podáis resistir en el día malo, y estar cumplidos en todo." Efesios VI, 12. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, para que nos alcance la fortaleza en la tribulación, la paciencia en la adversidad, y la perseverancia final a fin de alcanzar el reino de los cielos. 


Dios te bendiga.



 

   

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