Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, nosotros hemos nacido para ser templos de Dios, para después de la presente vida morar eternamente en el cielo, para lo cual debemos estar bautizados, guardar los mandamientos de la ley de Dios, cumplir nuestras obligaciones de estado, frecuentar los sacramentos en la medida de nuestras posibilidades, y fructificar los dones y talentos que hemos recibido.
"¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" Corintios III, 16.
De aquí la importancia de vivir en gracia de Dios, de apartarnos del pecado mortal que nos priva de la presencia de Dios y nos expone a la condenación eterna, para lo cual debemos cuidar de nuestra vida espiritual, llevar vida de oración, examinar nuestra conciencia cada día, apartarnos de las ocasiones de pecado, vigilar las puertas de nuestros sentidos, en síntesis, vivir católicamente.
"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274.
En las circunstancias particulares que nos toque vivir, debemos cuidar de la presencia de Dios en nuestra alma, a pesar de los errores y desaciertos que hallamos cometido, debemos reconciliarnos por medio del sacramento de la confesión, y esto es lo que le da sentido a nuestra existencia, es la razón de nuestra estadía en la tierra.
"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con este o con aquel genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Lo que es necesario, es tomar conciencia del fin para el cual hemos sido creados, que nuestra vida sin Dios pierde sentido, y nos pone en peligro de condenación eterna; por eso las contradicciones, aflicciones, enfermedades, así como la bonanza tienen sentido en el Autor de nuestra vida.
No veamos adversarios a cada paso, sino oportunidades para acercarnos y probar nuestra fidelidad a Dios nuestro Señor, vivamos la libertad de los hijos de Dios, y aun cuando tengamos errores, caídas y recaídas en nuestra vida, recobremos pronto la gracia, analicemos las circunstancias que nos llevaron, y cuidemos de no volverlos a cometer.
"Cuando tu corazón caiga, levántalo suavemente, humillándote mucho en la presencia de Dios con el conocimiento de tu miseria, sin asombrarte de tu caída, pues no es de admirar que la enfermedad sea enferma, la flaqueza sea flaca y la miseria miserable. Pero detesta con todo tu corazón la ofensa que has hecho a Dios, y lleno de valor y confianza en su misericordia, vuelve a emprender el camino de la virtud que habías abandonado." San Francisco de Sales, introducción a la vida devota; José Tissot, el arte de aprovechar nuestras faltas, capítulo I, página 18.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne acompañarnos en nuestras noches oscuras, en los desaciertos, en las desolaciones, para que pronto recobremos la gracia, y podamos ayudar a nuestros prójimos con nuestra vida y oración a juntos alcanzar la bienaventuranza eterna.
Dios te bendiga.