Queridos hermanos en Nuestro Señor Jesucristo, la vida presente tiene muchos afanes en los cuales empleamos nuestras energías, olvidándonos en ocaciones del fin y fundamento de nuestra existencia: El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma.
Dice Nuestro Señor Jesucristo: Ninguno puede servir a dos señores: porque, o tendrá aversión al uno y amor al otro, o, si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
Procuremos vivir cristianamente, usando de las cosas del mundo, tanto cuanto nos sean útiles para nuestra salvación eterna; no servir a las riquezas, sino, servirnos de las riquezas para nuestra bienaventuranza eterna; y así en las demás cosas que nos proporciona la vida presente, practicar en todo el consejo de San Ignacio de Loyola: Las cosas de éste mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir su fin, que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impide.
Vivir de tal manera, que en todas las cosas que hagamos, busquemos el reino de Dios, tomando el consejo del Apóstol San Pablo como norma de vida: Ora comáis, ora bebáis, o hagáis cualquier cosa, hacedlo todo a gloria de Dios.
Para vivir de tal forma que en todo busquemos el reino de Dios, nos es fundamental la oración frecuente, la meditación diaria de las verdades eternas, la frecuencia de los sacramentos, la lectura espiritual y procurar con esmero adquirir la verdadera devoción a la Santísima Virgen María.
Tengamos paciencia con nuestras miserias, debilidades y caídas en nuestra vida; procurar corregirnos con caridad, perseverar en la santa resolución de buscar en todo lo que hagamos el reino de los cielos, Dios Nuestro Señor en su infinita misericordia ha de ayudarnos con su gracia para que podamos agradarle en todo conforme a nuestra humana naturaleza, condiciones particulares de vida y obligaciones de estado.
Aprender a vivir de tal manera que busquemos primero el reino de Dios, es una obra de toda la vida, de mucha humildad para aceptarnos como somos y para implorar constantemente la gracia de Dios; por lo cual no debemos desanimarnos ante nuestros muchos defectos, poco a poco con la gracia de Dios y nuestro esfuerzo personal viviremos cristianamente en medio de las circunstancias particulares que la Providencia ha permitido en cada una de nuestras vidas.
Dios te bendiga.