Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, nosotros hemos nacido para ser bienaventurados en la casa de nuestro Padre eterno, para ser santos, pero se requiere, guardar la santa ley de Dios nuestro Señor, sostener la fe verdadera, sobreponernos a las miserias humanas, cumplir con nuestras obligaciones de estado, y perseverar en los días que la Divina Providencia nos conceda.
Grande ejemplo nos enseña Jesucristo, nuestro Divino Redentor, escuela de perfección nos brindan los bienaventurados que hoy gozan del paraíso, ¿qué son todas las contradicciones, aflicciones, y dificultades en la presente vida? Son otros tantos medios de asemejarnos a nuestro Señor Jesucristo, y no solo los males humanos, sino ya desde la presente vida podemos gozar de la paz que el mundo no puede dar, de la libertad de los hijos de Dios, de la cosmovisión cristiana de la vida que es fruto de la fe católica, de la seguridad producida por el deber cumplido en cada una de las circunstancias particulares que nos toque vivir.
"Esto dice tu amado: Jesucristo. Yo soy tu salud, tu paz y tu vida. Consérvate cerca de Mí, y hallarás paz. Deja todas las cosas transitorias, y busca las eternas. ¿Qué es todo lo temporal, sino engañoso? Y ¿qué te valdrán todas las criaturas, si fueres desamparado del Criador? Por esto, dejadas todas las cosas, hazte fiel y grato a tu criador, para que puedas alcanzar la verdadera bienaventuranza." Imitación de Cristo III, I, 2.
Es cierto que debemos trabajar para nuestra manutención, que debemos utilizar nuestra inteligencia para obtener mejores resultados, que debemos aprender a vivir en la presente vida, teniendo el cuidado de no hacer de los medios fin, de no embelesarnos en las cosas temporales, sencillamente, mirando en todas las circunstancias presentes otros tantos escalones para subir al cielo.
"Las cosas de éste mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir el fin, que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Hemos de enfrentar posiblemente, escándalos en los hombres de iglesia, desinterés en las personas piadosas, desencantos en personas que consideramos robustas en nuestra fe, falta de correspondencia en nuestra propia familia, además, de las flaquezas de nuestra humana naturaleza; juntamente con muchas alegrías, favores, y ayudas, de personas que la Providencia pone en nuestro camino, pero, la suma de todo esto, es la vida del católico sobre la faz de la tierra.
No consideremos la vida espiritual, como un camino de rosas, donde no se conoce los reveses, dificultades, y diferencias, donde todo es alegría, paz sensible, y estabilidad económica; el camino de cada alma es distinto, pero cuenta con la gracia suficiente para afrontar su cruz, siempre la Divina Providencia le ayudará para no naufragar, pero es necesaria la voluntad, hacer todo lo que está de nuestra parte, y la firme esperanza de la bienaventuranza eterna.
Requerimos conocer nuestra fe católica, orden de vida, el estudio y cuidado de nuestras pasiones, la meditación de las verdades eternas, la oración, la frecuencia de los Sacramentos, la santa Misa, la devoción a la Santísima Virgen María, la práctica de las virtudes que más hemos menester, sumado al cumplimiento de nuestras obligaciones de estado.
"Si te apartares de conversaciones superfluas y de andar ocioso y de oír novedades y murmuraciones, hallarás tiempo suficiente y a propósito para entregarte a santas meditaciones." Imitación de Cristo I, XX, 1.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda las gracias necesarias, nos aliente en nuestras debilidades, nos sostenga en los éxitos, y nos conserve hasta la muerte en la gracia de Dios nuestro Señor.