Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la vida espiritual requiere entrega, inteligencia, determinación, hacer las cosas no por obligación, sino por convencimiento de que es el camino a seguir fundado en el amor a Dios nuestro Señor, es la pasión de la entrega en el servicio, haciendo fructificar los dones y talentos personales.
No es la obra por la obra, es el espíritu que la anima, lo cual procede de lo más profundo del alma, haciendo que las obras ordinarias y comunes puedan alcanzar frutos para la eternidad, por la intención, cuidado, y espíritu con que se realiza.
"Y cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócritas. Porque desfiguran sus rostros, para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo, que ya recibieron su galardón. Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza, y lava tu cara, para no parecer a los hombres que ayunas, sino solamente a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te galardonará." San Mateo VI, 16.
Es claro que no siempre hay sentimientos, movimientos o gozos sensibles en las devociones y prácticas de piedad, pues lo fundamental no se encuentra en el sentir bonito, sino en la intención de la obra y en el estado en que se encuentra nuestra alma: en gracia de Dios o en pecado mortal.
"Y si tuviere profecía, y supiere todos los misterios, y cuanto se puede saber: y si tuviese toda la fe, de manera que traspasase los montes, y no tuviere caridad, nada soy. Y si distribuyere todos mis bienes en dar de comer a pobres, y si entregare mi cuerpo para ser quemado, y no tuviere caridad, nada me aprovecha." Corintios XIII, 2.
Una de las cosas fundamentales, unido a la intención de la obra, es el estado de nuestra alma, que habite en ella la Santísima Trinidad, son obras sobrenaturales por el estado de gracia, por la presencia de Dios en nuestra vida: "La gracia santificante establece una participación de la divina naturaleza (sentencia cierta)." Ludwig Ott, Manual de teología dogmática, página 392.
En primer término ocupémonos de nosotros, de procurar la gloria de nuestro Divino Redentor en nuestra alma, de ser templo vivo de Dios, para lo cual se requiere un estilo de vida, la frecuencia de los Sacramentos, la fe en la santa Misa, el cuidado de los sentidos, la instrucción religiosa, la meditación de las verdades eternas, la oración, la devoción a la santísima Virgen María, la ayuda de un director espiritual.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos y alcanzarnos las gracias necesarias para vivir en gracia y amistad con Dios nuestro Señor hasta el fin de nuestra vida.