Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, las cosas no se dan al acaso, ni por cuestión de suerte o casualidad, los objetivos se alcanzan por la perseverancia en el trabajo, por esfuerzo, por poner los medios necesarios para la consecución de un objetivo; en la vida espiritual se debe poner los medios adecuados para tener una estabilidad, para alcanzar la madurez, para vivir la libertad de los hijos de Dios, para llevar el buen olor de Cristo.
Lo primero que requerimos, es orden de vida, conocer nuestras fortalezas, oportunidades, debilidades, y amenazas, las cuales debemos aprovechar para los objetivos trazados, el auxilio de un director espiritual que pueda orientarnos, guiarnos, y prevenirnos de las escaramuzas propias de la vida espiritual.
"Dejadlos: ciegos son, y guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, entrambos caen en el hoyo." San Mateo XV, 14.
Es necesario, tener presente el fin de nuestra estadía en la tierra, el motivo de nuestra vida, para darle el sentido correcto a nuestros actos, para ser congruente con nuestra existencia, para aprovechar lo mejor de nosotros en miras a nuestra salvación eterna, para ocuparnos de lo más importante, dejando en segundo lugar, pero sin desatender, las cuestiones accidentales, secundarias, y transitorias.
"El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Teniendo claro el motivo de nuestra vida, podemos entendernos, conocer la utilidad de la tribulación, de la enfermedad, de la muerte, de los éxitos en nosotros mismos y en nuestro prójimo; con una mente tranquila fundada en nuestra realidad, podemos comprender la necesidad de la oración, la fortaleza de los Sacramentos, la grandeza de la santa Misa, la importancia de la devoción a la augusta Madre de Dios, la vitalidad de la lectura espiritual, de la meditación de las verdades eternas, la riqueza de las devociones que la santa madre Iglesia nos propone para bien de nuestras almas.
Es fundamental saber exactamente que somos, y para que estamos aquí, por quien hemos sido creados, tenerlo presente con la meditación cotidiana, poco a poco con la perseverancia, con el cuidado de la vida espiritual, iremos avanzando, consolidándonos, y preparándonos para la eterna bienaventuranza.
"¡Tarde te amé, Belleza siempre antigua y siempre nueva! Tarde te amé. Tú estabas dentro de mí, pero yo andaba fuera de mí mismo, y allá afuera te andaba buscando." San Agustín, Confesiones, libro X, capítulo XXVII.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos para vivir conforme a la voluntad de su divino Hijo, para acrecentar nuestros dones y talentos, para cumplir nuestras obligaciones de estado, para realizarnos en plenitud en la presente vida y alcanzar la gloria eterna.
Dios te bendiga.