Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, mientras estemos en esta vida mortal, tendremos dudas e incertidumbres en razón de las limitantes de la naturaleza humana, lo cual debe movernos a instruirnos en la fe católica y confiar en Dios nuestro Señor, seguir sus enseñanzas, consejos, e inspiraciones, que hechas de recta intención han de dar fruto para nuestro bien eterno y temporal.
"Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: Entra más adentro, y soltad vuestras redes para pescar. Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido nada, más en tu palabra soltaré la red. Y cuando esto hubieron hecho, cogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red." San Lucas V, 4.
Cuando nuestro Señor da una orden, juntamente da las gracias necesarias para sacar el fruto deseado, es necesario entonces, que se sume la voluntad del hombre con su recta intención; y así en las Sagradas Escrituras, leemos como David venció al gigante Goliat, el milagro de la multiplicación de los panes y peces, la resurrección de Lázaro, entre tantos milagros obrados por nuestro Divino Redentor; y cada día en la santa Misa se realiza el milagro eucarístico, la transformación del pan ordinario en el cuerpo, sangre, alma, y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, para dársenos en alimento; así como, la absolución de los pecados en el sacramento de la penitencia.
Esta reflexión debe movernos a confiar en la Divina Providencia, a santificarnos conforme a la vocación que hemos recibido, a aprovecharnos de los hechos prósperos y adversos que nos sucedan, aún en las condiciones más adversas confiar en la palabra de Dios, que lo permite para bien de nuestra salud espiritual.
"Y sabemos también, que a los que aman a Dios, todas las cosas les contribuyen al bien". Romanos VIII, 28.
Queridos hermanos, en las condiciones que nos encontremos, podemos y debemos servir a Dios nuestro Señor, no debemos esperar a tener condiciones óptimas para iniciar el camino de nuestra santificación, tal vez ese día nunca llegue, iniciemos hoy con lo que tengamos, porque esa es la voluntad de Dios: "Haec est enim voluntas Dei, sactificatio vestra". Tesalonicenses IV, 3.
"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con éste o con aquél genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos con una fe fuerte, con una voluntad que nos impulse a santificarnos en nuestras condiciones particulares, a fin de alcanzar la bienaventuranza eterna.
"Reveló la misma Virgen María a santa Brígida, que no había en el mundo pecador tan enemigo de Dios, el cual si acudía a Ella e invocaba su auxilio, no volviese a recobrar de Dios la gracia." San Alfonso María de Ligorio, 'Las glorias de María', capítulo III, § 2º, página 114.