12 Jan
12Jan

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, conforme a nuestra naturaleza humana, tenemos limitaciones, defectos, inclinaciones originadas en la herida del pecado original; lo cual, nos hace necesitar de la gracia de Dios nuestro Señor, de la intercesión de la bendita Madre de Dios, así como, de la comunión de los Santos y del auxilio de la santa Madre Iglesia, que busca en todo la salvación eterna de las almas. 

No debemos asombrarnos ante nuestras miserias humanas, antes al contrario, debemos ocuparnos en la obra de nuestra santificación conforme a la voluntad de Dios nuestro Señor: voluntas Dei santificatio vestra, nos dice san Pablo apóstol. 

Debemos combatir valerosamente por nuestra salvación eterna, auxiliarnos con los medios que nos proporciona la Iglesia a través de los santos sacramentos que nos comunican la gracia de Dios, evitando ser temerarios pensando que todo lo podemos, así como de los pensamientos pusilánimes creyendo que nunca podremos alcanzar nuestra eterna bienaventuranza; no estamos solos, nuestro Señor Jesucristo, ha ofrecido su vida en sacrificio por nosotros, pero es necesaria nuestra cooperación debido a la libertad que cada uno tenemos.

"Hacer todo como si todo dependiera de ti, pero espéralo todo, como si todo dependiera de Dios." 

Con cierta facilidad se suele desanimar en el camino de la vida espiritual, ante la falta de sacramentos algunas veces, ante las limitaciones humanas que tenemos, ante la fuerza de la concupiscencia de la carne, y sobre todo ante la corriente de costumbres que promueve la corrupción del mundo, demonio y carne.  

Pero este es el sentido de la vida, es la razón de nuestra existencia, el motivo de nuestra estadía en la tierra, a saber: amar y servir a Dios nuestro Señor en la tierra, para verle y gozarle eternamente en el cielo.

No te desanimes ante tus errores, fracasos, caídas y recaídas; haz lo que puedas hacer en este momento, ten paciencia en la adversidad y en la tribulación, implorando siempre la asistencia del Espíritu Santo, la fortaleza de la gracia de Dios, que tarde que temprano alcanzaras la estabilidad en tu vida para sostenerte de la mano de nuestro Divino Redentor.

"El que está en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto: porque sin mí no podéis hacer nada". San Juan XV, 5.

El camino muchas veces se vuelve áspero y dificultoso, e incluso sin solución para la industria humana, olvidando que Dios escribe en renglones torcidos, que de los males el Autor de nuestra vida saca bienes, que muchas veces es conveniente que el hombre padezca las miserias de la naturaleza para que pueda comprender a sus hermanos, para fundarlo en la santa virtud de la humildad, para no juzgar con tanta ligereza los errores de nuestro prójimo. 

"Cuando tu corazón caiga, levántalo suavemente, humillándote mucho en la presencia de Dios con el conocimiento de tu miseria, sin asombrarte de tu caída, pues no es de admirar que la enfermedad sea enferma, la flaqueza sea flaca y la miseria miserable. Pero detesta con todo tu corazón la ofensa que has hecho a Dios, y lleno de valor y confianza en su misericordia, vuelve a emprender el camino de la virtud que habías abandonado." San Francisco de Sales, introducción a la vida devota; José Tissot, el arte de aprovechar nuestras faltas, capítulo I, página 18. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos cubra con su manto maternal, nos sostenga con su poder, y nos alcance la perseverancia final. 


Dios te bendiga.



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