Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, existe cierta preponderancia a involucrarse en las diatribas personales, en pendencias, y discusiones, con tal de sacar un poco de honra, buena fama, o reconocimiento personal, revistiéndolo de justicia, lucha por la verdad, defensa del buen nombre; en fin, en la mayoría de los casos no es más que un desgaste para la vida espiritual, que muchas veces nos envolvemos por la inexperiencia, por la ligereza de espíritu, por no sufrir una afrenta.
Dios nuestro Señor, conoce lo más profundo de los corazones y de las intenciones, el cual ha de venir a juzgar a vivos y muertos, en quien tenemos que confiar, poner nuestras esperanzas, ofrecer nuestras contrariedades, y penalidades.
"No esté tu paz en la boca de los hombres; pues si pensaren de ti bien o mal, no serás por eso hombre diferente. ¿Dónde está la verdadera paz y la verdadera gloria sino en Mí? Y el que no desea contentar a los hombres, ni teme desagradarlos, gozará de mucha paz. Del desordenado amor y vano temor nace todo desasosiego del corazón y la distracción de los sentidos." Imitación de Cristo, III, XXVIII, 2.
Está muy expuesto al desgaste espiritual, quien cuida que todos hablen bien de él, viene a depender su vida de los comentarios de las personas, muy cuidadoso se encuentra de agradar a los hombres, con tal de sacar un poco de honra.
Suelen encenderse mucho los ánimos por las palabras picantes, por comentarios hirientes, por burlas irrespetuosas; son simples palabras que más hablan de quien las dice; pero, sea cierto o falso, ¿no podemos perdonar una injuria?... ¿Acaso nosotros nunca hemos cometido una falta?... Sea lo que sea, bien nos hace para practicar la santa virtud de la humildad, para perdonar las deudas, para aprovecharnos de las contrariedades que la Providencia permite nos sobrevengan.
Por supuesto que defenderse con la verdad no es pecado, pero no seamos tan delicados que no podamos sufrir algún padecimiento; ocupemos nuestros dones y talentos en aprovecharnos en la vida espiritual, en gozar de la libertad de los hijos de Dios, en la buena fama o en la calumnia, de llevar el buen olor de Cristo, en la honra o en la deshonra, de tal suerte, que no estén fijos nuestros oídos para percibir cualquier señalamiento.
"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda las gracias necesarias para desarrollar nuestros dones y talentos, para llevar nuestra cruz, para amar y servir a Dios nuestro señor como Él quiera ser servido y amado.
Dios te bendiga.