"No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad." San Juan XVII, 15.
"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva."
Cuando haces limosna, no hagas tocar la trompeta delante de ti, como los hipócritas hacen en las sinagogas, y en calles, para ser honrados de los hombres.
El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo.
Nuestra vida es un combate permanente contra el mundo, demonio y carne; pero podemos llevar el buen olor de Cristo en la libertad de los hijos de Dios.
Todos quieren gozar con Él, mas pocos quieren sufrir algo por Él. Muchos siguen a Jesús hasta el partir el pan, mas pocos hasta el beber el cáliz de la pasión. Imitación de Cristo.
"Rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con este o con aquel genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios."