Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, una de las cosas que pueden apartarnos del camino de la vida espiritual es el desaliento, el abatimiento, el pensar que no es para nosotros, terminando por abandonarlo todo a la vista de errores o fracasos en nuestra propia vida; pero, ¿cómo abandonar el fin y motivo de nuestra existencia? Si hemos nacido para vivir eternamente en el cielo, con muchos o pocos dotes, aptitudes, y talentos, podemos alabar a Dios nuestro Señor.
En algunas ocasiones la raíz del desaliento es el amor propio, la soberbia que, por una parte, nos da a conocer nuestra miseria, así como la necesidad que tenemos de Dios nuestro Señor y de nuestro trabajo personal en adquirir las virtudes que más hemos menester.
"Si tú sabes dejar a los hombres, ellos te dejarán hacer tus buenas obras". Imitación de Cristo I, XXI, 2.
El trabajo de la vida espiritual no es para gente floja, que va en busca de la paz sensible, de consuelos, y esto sin grandes esfuerzos, sin tropiezos, concibiendo que siempre es un camino ascendente, siendo amigo de todos, querido de las mayorías, estimado de los creyentes.
Cuando la realidad es que tenemos un combate permanente contra el mundo, el demonio y la carne; que tenemos que combatir al interior de nosotros mismos con nuestra propia concupiscencia, pues la carne codicia contra el espíritu, que la virtud debe ser probada, que está expuesto a noches oscuras, a tribulaciones, a humillaciones, donde debe probarse la persona en su conjunto para poder purificarse de la miseria humana y allegarse a Dios desapegado del mundo y sus vanidades.
"Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo." Imitación de Cristo, III, I, 1.
Lamentablemente, hay almas que confunden la vida espiritual con la política de sacristía, con pretender inmiscuirse en todos los temas de iglesia, con hablar o escribir abruptamente contra sus contrarios reales o imaginarios, y esto, poco o nada tiene que ver con la vida espiritual, con la santa virtud de la humildad y de la caridad.
"Mucha paz tendríamos si en los dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen, no quisiésemos meternos. ¿Cómo quiere estar en paz mucho tiempo el que se entromete en cuidados ajenos, y busca ocasiones exteriores, y dentro de sí poco o tarde se recoge?" Imitación de Cristo I, XI, 1.
Quien este llamado a defender el honor de Dios, la iglesia, y la doctrina, a su tiempo tendrá juntamente las herramientas necesarias, junto con la gracia y la inteligencia necesaria, aprovechando las coyunturas providenciales para hacer la obra de Dios. Pero lo principal, es no descuidarnos nosotros, el estado de gracia, adquirir las virtudes que más hemos menester, la frecuencia de los sacramentos, la meditación y oración frecuente, la verdadera devoción a la Madre de Dios, la lectura espiritual.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos, protegernos, y amparadnos en la vida y en la muerte, concedernos la perseverancia final, la bienaventuranza eterna.
Dios te bendiga.