Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, ¿por qué aficionarnos al pecado?, ¿por qué hacernos daño cuando trasgredimos la ley de Dios nuestro Señor?... Algunas veces por ligereza, disipación espiritual, vida de ajetreos y carreras, en fin, resulta una grave ofensa para Dios, y un daño para nosotros. "El pecado es siempre una derrota, un fracaso y una debilidad." Doc. D. José Torras y Bages, Obispo de Vich, "De la ciudad de Dios y del evangelio de la paz", 1913, tomo III, página 178.
¿Dónde queda nuestra vida espiritual, nuestros santos propósitos, cuando el pecado inunda nuestra vida? A su paso aleja la gracia de Dios, nos expone a la condenación eterna, con el grave peligro de reincidir y encadenarnos al pecado.
"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274.
Para Dios no hay imposibles, siempre se puede salir del encadenamiento al pecado mortal, con la ayuda de la bienaventurada siempre Virgen María, la intercesión de los Santos, y la perseverancia personal.
No te desanimes hermano pecador, procura confesarte, arrepentirte sinceramente de tus pecados, rezar el santo Rosario, alimentar tu intelecto con lecturas piadosas, e invocar con frecuencia la protección de nuestro Señor Jesucristo, de la augusta Madre de Dios, de los Santos de tu devoción particular.
Roguemos a la santísima Virgen María, por todos nosotros, por las almas desesperadas, por los que han perdido la esperanza de su recuperación, por nuestros hermanos que más lo necesitan.
"Aún cuando os hallaseis en el borde del abismo o tuvieseis ya un pie en el infierno; aunque hubieseis vendido vuestra alma al diablo; aun cuando fueseis un hereje endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano os convertiréis y os salvaréis, con tal que (lo repito, y notad las palabras y los términos de mi consejo) recéis devotamente todos los días el Santo Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de vuestros pecados." San Luis María G. de Montfort, El secreto del Rosario.
Dios te bendiga.