Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, tomemos con responsabilidad, seriedad y profesionalidad nuestra vida cristiana, la cual asegura nuestra estabilidad en la presente vida y la eterna bienaventuranza, en síntesis, aprender a vivir cristianamente con altura.
Cada uno tenemos una cruz que llevar en pos de nuestro Maestro, y no hay cruz ligera, pero no llevarla arrastrando o de mala gana, sino cargarla, con sentido cristiano, con amor a ser posible, lo cual nos hace responsables, nos santifica y nos perfecciona con el buen olor de Cristo.
"Y decía a todos: Quién en pos de mí quiere venir, niéguese a sí mismo, y tome su cruz de cada día, y sígame." San Lucas IX, 23.
Cada uno tenemos un estado de vida, que implica responsabilidades, compromisos y aflicciones particulares; evitemos quejarnos y culpar al mundo entero de nuestros males, o estar esperanzados a que cambie nuestro entorno para decidirnos a ser buenos católicos, debemos trabajar con lo que tenemos, en las circunstancias que vivimos, para cristianizarnos, y lo demás, se dará por añadidura.
"Buscad pues primeramente el reino de Dios, y su justicia: y todas estas cosas os serán añadidas." San Mateo VI, 33.
Despertemos, queridos hermanos, no esperemos que alguien venga a resolver nuestros problemas, ocuparnos con profesionalidad en poner orden en nuestra vida, trabajar en extirpar el pecado de nosotros, recordando que la caridad bien entendida empieza por nosotros mismos, por nuestra amistad con nuestro Padre celestial, por ordenar nuestras costumbres, amistades, lugares que frecuentamos, conversaciones que tenemos, lecturas que hacemos; en suma, hacer las cosas bien hechas para bien de nuestra salvación eterna y de las personas que más amamos.
"Una voluntad a medias, al igual que una oveja sarnosa, basta para contagiar todo el rebaño. Si entre vosotros hubiera ya alguna de ésas que se haya introducido en vuestro redil por la falsa puerta del mundo, echadla fuera en nombre de Jesucristo crucificado, considerándola como lobo entre ovejas." San Luis María G. de Montfort, "Carta circular a los amigos De la Cruz", parte II, 1º.
Roguemos a la Santísima Virgen María se digne bendecirnos, con una bendición de amor, nos conceda la gracia de nuestro señor Jesucristo, para llevar el buen olor de Cristo.
"Tan dueña es María de los bienes de Dios, que da a quien quiere, cuanto quiere y como quiere todas las gracias de Dios, todas las virtudes de Jesucristo y todos los dones del Espíritu Santo, todos los bienes de la naturaleza, de la gracia y de la gloria." San Luis María G. de Montfort, "El amor de la sabiduría eterna", capítulo XVII, No. 207.