Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, todos tenemos una cruz que llevar, dificultades que afrontar, un alma que salvar; para lo cual, es necesario hacernos diestros en aprovecharnos de las circunstancias de cada día, para nuestro bien eterno y temporal: "Y sabemos también, que a los que aman a Dios, todas las cosas les contribuyen al bien". Romanos VIII, 28.
De poco aprovecha el quejarnos de todo, el ver problemas en todas partes, dificultades en los planes de nuestra vida. ¡Despertemos!, ubiquémonos en nuestra realidad, en las circunstancias que nos han tocado vivir, y actuemos con valentía en miras a nuestra santificación. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame." San Mateo XVI, 24.
Estamos en este mundo para alcanzar nuestra salvación eterna, en los días favorable y adversos, debemos sobreponernos para actuar conforme al fin de nuestra existencia, a saber: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Una gran dificultad es depender en todo de nuestro estado anímico, esperar a tener todo a nuestro favor para trabajar en bien de nuestra salud espiritual. Debemos sobreponernos a las condiciones y dificultades, hacer lo que debemos hacer, independientemente de las adversidades que debemos afrontar para que redunden en mayor mérito.
"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con éste o con aquél genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos, alcanzarnos las gracias necesarias para llevar nuestra cruz de cada día, y el don de la perseverancia final.