31 Jan
31Jan

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, algunas veces nos llenamos de tantos compromisos, obras de servicio a los demás, obligaciones que no corresponden a nuestro estado de vida, que terminamos agobiados, vacíos, sin oración ni tiempo para nosotros; debemos procurar ordenar nuestra vida, ya que la caridad bien entendida, comienza por uno mismo. 

"Y aconteció, que como fuese de camino, entró Jesús en una aldea: y una mujer, que se llamaba Martha, lo recibió en su casa, y esta tenía una hermana, llamada María, la cual también sentada a los pies del Señor, oía su palabra. Pero Martha estaba afanada de continuo en las haciendas de la casa: la cual se presentó, y dijo: Señor, ¿no ves, como mi hermana me ha dejado sola para servir? Dile pues que me ayude. Y el Señor le respondió, y dijo: Martha, Martha, muy cuidadosa estás, y en muchas cosas te fatigas. En verdad una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la mejor parte, que no le será quitada." San Lucas X, 38. 

Debemos atender primero a nuestra santificación en el día a día, al cumplimiento de nuestros deberes de estado, y una vez fortalecidos en el Señor, poner nuestros dones al servicio de nuestro prójimo. 

Ocupémonos en vivir en gracia de Dios, en darnos tiempo conforme a nuestras obligaciones de estado, para atender a la meditación de las verdades eternas, la lectura espiritual, el examen de nuestra conciencia, la oración; en suma, fortalecernos en Dios, para poder servir a los demás con ganancia espiritual. "Martha, Martha, muy cuidadosa estás, y en muchas cosas te fatigas. En verdad una sola cosa es necesaria". 

¿Cómo amar a nuestro prójimo cuando nosotros no nos amamos? ¿Cómo amar a nuestro prójimo viviendo habitualmente en pecado mortal? Debemos amarnos buscando nuestro bien espiritual, amarnos viviendo en gracia de Dios, amarnos buscando nuestra salvación eterna.

“La razón del amor al prójimo es Dios, pues lo que debemos amar en el prójimo es que exista en Dios. Es, por lo tanto, evidente que son de la misma especie el acto con que amamos a Dios y el acto con que amamos al prójimo. Por eso el hábito de la caridad comprende el amor, no sólo de Dios, sino también del prójimo… Sería asimismo reprensible quien amara al prójimo como fin principal; pero no quien lo ame por Dios, lo cual es propio de la caridad.” Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II C. 25 a. 1. 

Roguemos a la Santísima Virgen María, nos conceda el don de la caridad bien entendida, imploremos su patrocinio con el santo Rosario, pidiendo nos conceda la sabiduría para vivir correctamente en el mundo presente. 


Dios te bendiga.



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