03 Feb
03Feb

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, necesitamos tiempo para fortalecernos en Dios, para ocuparnos en las cosas de nuestra alma, para unirnos  con el autor de nuestra vida, tiempo para examinar el rumbo que llevamos, ¿hacia dónde nos dirigimos?... 

"Ten buena conciencia, y siempre tendrás alegría. La buena conciencia muchas cosas puede sufrir, y muy alegre está en las adversidades. La mala conciencia siempre está con inquietud y temor." Imitación de Cristo II, IV, 1. 

Tengamos la piadosa costumbre de entregarnos a la soledad y al silencio en compañía de nuestro Señor Jesucristo, para examinarnos, para hacer oración, para corregir nuestros errores e implorar el patrocinio de la Santísima Virgen María. 

Cuánto bien nos hace el entregarnos al recogimiento espiritual, los bienaventurados en su vida terrena empleaban muchas horas para entregarse a Dios nuestro Señor y maestro, se fortalecían en la soledad en compañía de nuestro Padre celestial. El mismo Señor nuestro, nos dió ejemplo de este gran medio de santificación cuando se retiraba a la oración: "Y tanto más se extendía su fama: y acudían en tropas los pueblos para oírle, y para ser curados de sus enfermedades. Más él se retiraba al desierto a orar." San Lucas V, 15.  

El mundo con su tren de vida nos agota el cuerpo y el espíritu, desgasta nuestros deseos sobrenaturales, asfixia nuestra vida espiritual, nos hace olvidar muchas veces el fin para el cual hemos sido creados, porque sencillamente nosotros, queridos hermanos, no somos del mundo, pero debemos santificarnos en el mundo. "Yo les di tu palabra, y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo." San Juan XVII, 14. 

Roguemos a Dios nuestro Señor, y a la Santísima Virgen María, nos conceda la gracia para entregarnos a la oración en la soledad y el silencio, al menos una vez al mes, cada semana, cada día; pero sin prisas, con calma, donde el alma pueda hablar con nuestro Creador libremente, donde imploremos las gracias que necesitamos, pidamos perdón de nuestras faltas, tomemos fuerzas para cargar con la cruz de cada día, para seguir a nuestro divino Maestro.

“Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos.” San Agustín, sermón LXXX. 


Dios te bendiga.



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