Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la vida da muchas vueltas, nos encontramos expuestos a cometer errores, por ignorancia e incluso de buena voluntad podemos dañar a otras personas, por esto, Dios nuestro Señor que conoce lo más profundo de cada corazón nos dice que no juzguemos las obras de nuestros hermanos, pues desconocemos las luchas que cada uno tiene, las tentaciones que padece, los espíritus a los que se enfrenta, las tribulaciones por las que puede atravesar; por tanto, antes de señalar los hechos de nuestros hermanos, recordemos que somos simples seres humanos que podemos cometer los mismos errores y aún peores.
Debemos ocuparnos en corresponder a la gracia de Dios que recibimos cada día, en predicar con el ejemplo, en vivir santa y piadosamente en las circunstancias particulares de nuestro estado y condición, en perdonar de corazón las flaquezas de nuestros hermanos, en aprender a dejar las cosas en manos de la Divina Providencia que todo lo dispone para bien de los que aman a Dios.
"Si te enviare pesadumbre, o alguna contrariedad, no te indignes, ni desfallezca tu corazón. Presto puedo levantarte, y mudar toda pena en gozo... nunca te debes entristecer, ni descaecer tanto por las adversidades". Imitación de Cristo III, XXX, 5.
Debemos ocuparnos en nuestra santificación conforme a la gracia que hemos recibido, acorde a los dones y talentos que la Providencia nos ha concedido, rogando a Dios por justos y pecadores, por los vivos y los difuntos, tratando en todo de vivir santa y piadosamente.
"No está todo perdido cuando alguna cosa te sucede contraria. No debes juzgar como sientes ahora ni embarazarte ni acongojarte con cualquier contrariedad que te venga, como si no hubiera esperanza de remedio. No te tengas por desamparado del todo, aunque te envíe a tiempos alguna tribulación, o te prive del consuelo deseado; porque de este modo se llega al reino de los cielos." Imitación de Cristo III, XXX, 3.
Cada uno de nosotros tiene una cruz que llevar, dificultades que atravesar, alegrías que disfrutar, penalidades que padecer, pero es la suma de toda la vida, la que unida a la gracia de Dios, a la buena voluntad, la que debe purificarnos de las cosas que nos apartan de Dios, teniendo en poco los juicios de los hombres, ocupándonos, por el contrario, de guardar el santo Evangelio, de cumplir nuestras obligaciones de estado, de agradar en todo a Dios nuestro Señor.
No debemos asombrarnos ante nuestros errores, ni desfallecer ante nuestros desaciertos, porque podemos caer en la melancolía, e incluso perder la vitalidad para buscar nuestra santificación; con el pasado que tengamos, con los errores que podamos haber cometido, podemos y debemos buscar nuestra salvación eterna, desconfiando de nosotros mismos, y poniendo nuestra fe y devoción en Dios nuestro Señor, amparándonos en la devoción a la bendita Madre de Dios, implorando la protección de los santos de nuestra particular devoción, frecuentando los sacramentos, llevando una vida católica, de tal manera que nuestra vida con su historial tal vez accidentado sea testimonio de un alma que ama a nuestro Divino Redentor, que se esfuerza por vivir el santo Evangelio, que lleva su fe hasta las obras más sencillas de su existencia.
"Porque siete veces caerá el justo, y se levantará: más los impíos se precipitarán en el mal." Proverbios XXIV, 16.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne concedernos el don de la perseverancia final, el amor y devoción a su divino Hijo, la gracia de vivir el santo Evangelio y de corresponder a la gracia de Dios.