Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, la vida en nuestra estadía en la tierra es por un periodo que termina con la muerte, la cual es incierta en el día y en la hora, pero tiene su momento donde se ha de separar el alma del cuerpo; sin embargo, nuestra alma no puede morir, ya que una vez creada por Dios existe para la eternidad, la cual ha de enfrentar el juicio particular y recibir la sentencia eterna de salvación o condenación con base en las obras que realizamos y en el estado de nuestra muerte.
Considerando este punto fundamental de nuestra vida en la tierra, debemos grabar en nuestra mente el fin y motivo de nuestra existencia, a saber: "El hombre es creado para alabar, hacer reverencia, y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola; recordemos que hay un elemento fundamental en nuestra vida, la libertad con la que hemos sido dotados, la cual dirigida por el entendimiento y la voluntad, pueden seguir el camino que consideren mejor, pues Dios nuestro Señor no obliga a nadie, por ello nos ha hecho libres.
"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
De donde podemos inferir, que la finalidad de nuestra existencia va más allá de los intereses del mundo, que tenemos una trascendencia sobrenatural, para lo cual debemos estar bautizados, conservar la fe revelada por nuestro Señor Jesucristo y propuesta por la Iglesia para ser creída como verdades de fe, así como mantenernos en estado de gracia.
"Es el hombre un compuesto misterioso de cuerpo y alma, de materia y espíritu que en él se juntan íntimamente para formar una sola naturaleza y una sola persona. Es, pues, por así decirlo, el punto de unión, el lazo que junta los espíritus y los cuerpos, un compendio de las maravillas de la creación". Tanquerey, compendio de teología ascética y mística, No. 52, 1º, página 37.
Cuando se pierde la fe, se pierde el sentido de la vida, así como cuando vivimos en estado de pecado mortal, el alma queda sin la presencia de Dios, sujeta al demonio, marchando si no enmienda su camino al infierno.
"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274.
Este es nuestro momento, el cual debemos aprovechar porque no tenemos asegurado el día de mañana, debemos enfocarnos en vivir en gracia de Dios, acrecentar los dones y talentos que hemos recibido, cumplir con nuestras obligaciones de estado, llevando el buen olor de Cristo en la libertad de los hijos de Dios.
"No esté tu paz en la boca de los hombres; pues si pensaren de ti bien o mal, no serás por eso hombre diferente. ¿Dónde está la verdadera paz y la verdadera gloria sino en Mí?" Imitación de Cristo III, XXVIII, 2.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne fortalecernos con los dones del Espíritu Santo, conservarnos en estado de gracia, hacer el bien a nuestros semejantes, sufrir con paciencia las flaquezas de nuestros hermanos, para que después de la presente vida, podamos ir a gozar de la eterna bienaventuranza.