"No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad." San Juan XVII, 15.
"Estar sin Jesús, es grave infierno; estar con Jesús, es dulce paraíso. Si Jesús estuviere siempre contigo, ningún enemigo podrá dañarte." Imitación de Cristo II, VIII, 2.
"Nadie hay que viva siempre, y que de ello tenga esperanza... Porque los que viven saben que han de morir, más los muertos nada más saben". Eclesiastés IX, 4.
"Martha, Martha, muy cuidadosa estás, y en muchas cosas te fatigas. En verdad una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la mejor parte, que no le será quitada." San Lucas X, 41.
"Y Jesús les dice: ¿Qué teméis, hombres de poca fe? Y levantándose al punto, mandó a los vientos y a la mar, y se siguió una grande bonanza." San Mateo VIII, 26.
El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo.
Dos amores construyeron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio a Dios hizo la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la ciudad del cielo.
El pecado enferma el alma, disminuye las energías de la persona en su conjunto, por lo regular, es en detrimento de sus finanzas, y poco a poco va provocando un vacío existencial.
Detente, has una pausa en tu vida, da lugar a la meditación, a la oración y al silencio en compañía de Jesús sacramentado, corrige el rumbo y continua tu caminar por esta tierra que es un lugar de paso, porque nuestra patria es el paraíso.