Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, con cuanta facilidad nos enredamos, inmiscuimos en los asuntos del mundo, nos afanamos en proyectos humanos, tal vez buenos; pero con gran descuido de nuestra amistad con Dios nuestro Señor, y venimos a quedar desgastados, agobiados, sedientos de la paz que el mundo no puede dar.
"¿Qué puede dar el mundo sin Jesús? Estar sin Jesús, es grave infierno; estar con Jesús, es dulce paraíso. Si Jesús estuviere siempre contigo, ningún enemigo podrá dañarte. El que halla a Jesús halla un buen tesoro, y de verdad bueno sobre todo bien. Y el que pierde a Jesús pierde muy mucho, y más que todo el mundo." Imitación de Cristo II, VIII, 2.
Cuando nos afanamos en las cosas del mundo, aparentemente buenas, o al menos, no flagrantemente pecaminosas, tendemos a descuidar la oración y la vida espiritual en su conjunto, viene la debilidad del alma, los pecados veniales, y finalmente, el pecado mortal con las consecuencias emocionales, sicológicas y sentimentales.
El alma se va desgastando, perdiendo las esperanzas de una vida libre de pecado, empieza a vivir alejada de Dios, y se acostumbra a la mediocridad espiritual, con grave daño para su salud sobrenatural.
"¿Qué puede dar el mundo sin Jesús? Estar sin Jesús, es grave infierno; estar con Jesús, es dulce paraíso." Imitación de Cristo II, VIII, 2.
Nuestros hermanos, los bienaventurados en su vida terrena, cuidaron sobre todas las cosas, su unión con Dios, ya lo escribía san Francisco Javier a san Ignacio de Loyola antes de emprender un viaje muy peligroso a Japón: “Aunque camine, no solo en tierra de bárbaros, mas aún en el mismo reino del demonio, ninguna barbaridad o rabia del demonio me podrá dañar, si no es con permiso y licencia del Señor; y así sólo una cosa temo, que es ofender á Dios; porque si no le ofendiere, me prometo segura victoria de todos mis enemigos”. Libro: "Vida y milagros de san Francisco Javier", página 203.
Hagamos el santo propósito de agradar a Dios en nuestra vida, de cobrar amor a la oración, devoción a la frecuencia de los sacramentos, filial amor a la Santísima Virgen María, en fin, de vivir cristianamente en el lugar y condiciones que la Providencia haya determinado para cada uno de nosotros.
"Ama a Jesús y tenle por amigo, que, aunque todos te desamparen, Él no te desamparará ni te dejará perecer en el fin." Imitación de Cristo II, VII, 1.