Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en la vida presente, debemos estar conscientes que siempre hay cosas que corregir en nosotros, elementos que llevar con paciencia, dificultades que afrontar tal vez por mucho tiempo; por esto, es necesario entender el principio y fundamento, el sentido de nuestra vida, a saber: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Lo primero que debemos cuidar, es de vivir en estado de gracia, porque aseguramos la amistad de nuestro Divino Redentor, dando méritos a nuestras obras ordinarias para la eternidad por la presencia de Dios en nuestra alma; siendo el pecado el que origina nuestra decadencia espiritual, al grado que nos puede conducir al infierno si morimos en tan lastimoso estado.
"El pecado mortal es el mal, y, a decir verdad, el único mal, que existe, ya que todos los otros no son sino consecuencia o castigo de él." Tanquerey, manual de teología ascética y mística, no. 714, II.
"En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, § 124, página 274.
Por esta razón, queridos hermanos, lo primero que debemos cuidar, es apartarnos del pecado, aprender a vivir en gracia de Dios, fortalecer nuestras debilidades con la virtud, con la frecuencia de los sacramentos, con la meditación de las verdades eternas, con la invocación del Espíritu Santo, con la devoción de la santísima Virgen María, y demás prácticas que la Iglesia nos propone para llevar una vida católica.
La caridad empieza por uno mismo, ¿cómo amar a los demás, si nosotros no nos amamos?, iniciemos nuestro camino por vivir en gracia de Dios, por establecer el reinado del Sagrado Corazón de Jesús en nuestro corazón, en nuestra casa, llevando el buen olor de Cristo a nuestros hermanos, siendo ese el verdadero combate espiritual, el que se presenta al interior de cada uno de nosotros, el esfuerzo cotidiano por agradar a Dios nuestro Señor con nuestra vida.
Al principio es un poco dificultoso, pero con la perseverancia, con la constancia, aplicando los consejos de la vida espiritual, frecuentando los sagrados sacramentos, nuestra vida se va fortaleciendo a pesar de los altibajos a los que estamos sujetos por la condición de nuestra naturaleza humana, y que en ese camino podremos tener muchas caídas, pero debemos perseverar y aprender de nuestros propios errores para ser más indulgentes con nuestros hermanos.
"Cuando tu corazón caiga, levántalo suavemente, humillándote mucho en la presencia de Dios con el conocimiento de tu miseria, sin asombrarte de tu caída, pues no es de admirar que la enfermedad sea enferma, la flaqueza sea flaca y la miseria miserable. Pero detesta con todo tu corazón la ofensa que has hecho a Dios, y lleno de valor y confianza en su misericordia, vuelve a emprender el camino de la virtud que habías abandonado." San Francisco de Sales, introducción a la vida devota; José Tissot, el arte de aprovechar nuestras faltas, capítulo I, página 18.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne concedernos las gracias necesarias para vivir en estado de gracia, fortalezca nuestra voluntad, alumbre nuestro entendimiento, y nos conceda la perseverancia final.