Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en no pocas ocasiones hacemos un gran esfuerzo por nuestra salud espiritual y los resultados son desfavorables, algo semejante le sucede a algunos padres de familia que han hecho cuanto está en sus manos porque sus hijos sean buenos católicos, fervorosos en la fe, asiduos a los sacramentos; y, sin embargo, no hay resultados favorables, lo cual crea un sentimiento de derrota, de culpa, de fracaso.
A lo imposible nadie está obligado, nosotros debemos hacer cuanto está de nuestra parte, poner los medios necesarios, pero el fruto depende de Dios nuestro Señor, que se verá en esta vida o en la eternidad, en donde serán recompensados todos los esfuerzos por sostener la obra de Dios, la salud espiritual de las almas, el reinado social de Nuestro Señor.
Suele el demonio utilizar los pocos resultados en el tiempo presente para tentar con el desánimo, con la desconfianza, y la desesperación, llevando grave daño para nuestras almas, puesto que siempre debemos estar conscientes que los resultados dependen de Dios nuestro Señor, aunque a la vista de nuestros sentidos no veamos el fruto de los esfuerzos, a su tiempo serán recompensados todas las obras que se han realizado por la gloria de Dios, por la santa religión, y por la salvación eterna de las almas.
Ocupamos esperar los tiempos de Dios, que muchas veces nuestra espera es para fundarnos en la santa virtud de la humildad, para probar nuestra fe, para fortalecer nuestra confianza en nuestro Divino Redentor, tal como aconteció a santa Mónica que rogó a Dios por la salvación de su hijo Agustín y de su esposo Patricio durante muchos años, sus plegarias fueron escuchadas, y a su tiempo fueron concedidas las gracias, a la vez que fue santificada esta madre y esposa tan abnegada por la gloria de Dios y la salvación eterna de su familia.
"Y el que siega, recibe su jornal, y allega fruto para la vida eterna: para que se gocen a una el que siembra, y el que siega. Porque en esto el refrán es verdadero: que uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis: otros lo labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores." San Juan IV, 36.
Hemos de estar precavidos para no caer en la depresión, en el desconsuelo, en la turbación, que nos pueda llevar a dudar de Dios nuestro Señor, incluso a perder las esperanzas y la misma fe, porque nuestras súplicas no sean ejecutadas conforme a nuestra voluntad, por más nobles y santas que sean.
"¿Por qué estás triste, alma mía? ¿Y por qué me conturbas? Espera en Dios, porque aún le tengo de alabar: salud de mi rostro." Salmo XLI, 6.
Debemos estar conscientes, que los tiempos de Dios son perfectos, y que debemos pedir juntamente la santa perseverancia, la confianza, la esperanza en Dios nuestro Señor, que a través de los hechos cotidianos purifica y perfecciona nuestras almas, las desapega de las criaturas, la prueba en la tribulación, para bien de nuestra salud espiritual, y nosotros, nunca debemos olvidar, que estamos en las manos de un Padre amoroso, que busca lo mejor para nosotros, que algunos los conduce por caminos de contradicción y desconsuelo, a otros por gozos sensibles, y a otros por el camino ordinario del día a día, pero que en el tiempo o en la eternidad hemos de ser recompensados por nuestra fe y amor a nuestro Divino Redentor.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne alcanzarnos las gracias necesarias para no caer en el desconsuelo o en la turbación espiritual, que nos libre de las dudas contra la fe, y nos conceda la santa perseverancia hasta llegar a la gloria eterna.