Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, es conveniente detener nuestro caminar por la presente vida, para examinar con mayor precisión nuestra conciencia, el cumplimiento de nuestras obligaciones de estado, nuestra vida de oración, la relación que guardamos con nuestros hermanos, así como nuestros objetivos de vida; con la finalidad de tomar conciencia de nuestros actos, de hacer las correcciones necesarias, de fortalecer nuestras debilidades.
"Dame, Señor, sabiduría celestial para que aprenda a buscarte y hallarte sobre todas las cosas, gustarte y amarte sobre todas y entender lo demás como es, según el orden de tu sabiduría." Imitación de Cristo III, XXVII, 5.
Analizar nuestras obras para vivir nuestra fe de una manera más plena, auténtica, práctica; pero es necesario detenernos, buscar la soledad y el silencio en compañía de Dios nuestro Señor, invocar al Espíritu Santo, tener la humildad para reconocer nuestros errores, la fortaleza para refrenar nuestra concupiscencia; en síntesis, para vivir en el amor de Dios.
"Y nosotros hemos conocido, y creído a la caridad, que Dios tiene por nosotros. Dios es caridad, y quien permanece en caridad, en Dios permanece, y Dios en él." San Juan IV, 16.
Vivir en caridad, es vivir en el amor de Dios, el cual se manifiesta en el cumplimiento de los santos mandamientos, en el esfuerzo que empleemos por agradar con nuestra vida a nuestro Divino Redentor, en sobrellevar con paciencia las flaquezas de nuestro prójimo, en el empeño que pongamos en la reforma de nuestra vida; en perseverar en nuestras confesiones, en la devoción a la santa misa, en el ánimo esforzado por levantarnos cuantas veces sea necesario, en mantenernos en el estado de gracia, en dar comprensión a nuestros hermanos, en alentarlos en sus flaquezas y alegrarnos en sus éxitos.
"Cuando tu corazón caiga, levántalo suavemente, humillándote mucho en la presencia de Dios con el conocimiento de tu miseria, sin asombrarte de tu caída, pues no es de admirar que la enfermedad sea enferma, la flaqueza sea flaca y la miseria miserable. Pero detesta con todo tu corazón la ofensa que has hecho a Dios, y lleno de valor y confianza en su misericordia, vuelve a emprender el camino de la virtud que habías abandonado." San Francisco de Sales, introducción a la vida devota; José Tissot, el arte de aprovechar nuestras faltas, capítulo I, página 18.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda su amparo y protección, nos cubra con su manto amoroso, nos preserve de la corrupción del mundo, nos aliente en la tribulación, y nos conceda la santa perseverancia.
Dios te bendiga.