Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, muchas veces hacemos un gran esfuerzo por llevar una vida católica, por amar y servir a Dios nuestro Señor, y a pesar de todo, vemos pocos resultados, siendo combatidos por las tentaciones de todo género, por la inconsistencia de nuestra humana naturaleza, por las contrariedades de nuestro prójimo; pero a pesar de nuestras miserias, debemos perseverar, ya llegarán tiempos de cosechar todos los esfuerzos que realizamos por amor a nuestro Divino redentor, que Dios en su infinita misericordia no dejará sin recompensa el esfuerzo cotidiano.
"Por esto aguarda el Señor para tener misericordia de vosotros; y por esto será ensalzado perdonándonos: porque el Señor es Dios justo: bienaventurados todos los que le esperan con paciencia." Isaías XXX, 18.
Debemos estar precavidos contra el espíritu del apocamiento, porque muchas veces el demonio y nuestra propia carne, intentan hacernos desfallecer con pensamientos y sentimientos de que nunca cambiaremos, o que no podremos con la cruz de cada día, intentando que abandonemos el camino de nuestra salud espiritual; contra este espíritu, debemos tener en cuenta, que solo debemos ocuparnos de las obligaciones de cada día, del momento presente, que el día de mañana traerá las gracias necesarias para caminar en pos de nuestro Divino Redentor, bástale a cada día sus obligaciones, compromisos, alegrías, y dificultades.
"Porque de gracia sois salvos por la fe, y esto no de vosotros: porque es un don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura de él mismo, criados en Jesucristo para buenas obras, las que preparó Dios para que anduviésemos en ellas." Efesios II, 8.
Una tentación muy común del espíritu de las tinieblas, es hacernos creer que no podremos sostenernos en la virtud durante toda la vida, que nos será imposible negarnos siempre a las invitaciones de la concupiscencia de la carne; olvidando por un momento que tenemos un Dios amoroso, lleno de misericordia, que siempre nos concede las gracias necesarias para que nuestra cruz sea ligera y su yugo suave, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
"Harto tentados, y a veces vencidos en la lucha, o atormentados por los escrúpulos, se desaniman, y piensan que jamás podrán enmendarse, y comienzan a desesperar de su salvación. Es ésta una disposición muy peligrosa, contra la cual debemos prevenirnos: acordémonos de que San Pablo, tentado también, y sabedor de que por sí mismo no podría resistir, se pone confiadamente en la gracia de Dios: 'gratia Dei per Jesum Christum!' A este ejemplo del Apóstol, rogaremos al Señor, y quedaremos libres." Tanquerey, compendio de teología ascética mística, no. 1201 b, página 772.
Hemos de hacer actos de confianza en la misericordia de Dios, aumentar nuestra fe en el auxilio divino, renovar con frecuencia nuestras renuncias hechas en el santo bautismo, invocar al Espíritu Santo, para que nos conceda la fortaleza necesaria para dar fruto de los dones y talentos que hemos recibido, para cumplir con nuestra misión en la tierra, para perseverar hasta el fin de nuestra vida en el cumplimiento de nuestras obligaciones de estado, de tal manera que llevemos el buen olor de Cristo en la libertad de los hijos de Dios nuestro Señor.
"Una sola cosa he pedido al Señor, esta volveré a pedir, que more yo en la casa del Señor todos los días de mi vida." Salmo XXVI, 4.
Estemos conscientes que mientras vivamos en este mundo, tenemos tres enemigos que combatir, un alma que salvar, una fe que sostener y un camino que recorrer, que a su tiempo veremos el fruto de amor y devoción que profesamos a Dios nuestro Señor.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne alcanzarnos las gracias necesarias para mantenernos en el camino de nuestra salud espiritual, que no nos amedrentemos ante la cruz de cada día, que nos conceda la santa perseverancia hasta el fin de nuestra vida.