Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, es un verdadero problema cuando nuestra vida depende, o se encuentra a expensas de la voluntad de terceros, o de circunstancias ajenas a nosotros, cuando por rutina, costumbre, o indefinición, hemos permitido que otras personas determinen nuestro horario de vida, usos y costumbres personales, esto se convierte en un verdadero caos para la vida espiritual, porque sencillamente se ha perdido el control.
Puede haber momentos, o días en que las circunstancias nos obliguen a ello, se entiende, pero que sea lo habitual, resulta catastrófico porque hemos cedido nuestra libertad y voluntad, se sujetan los intereses eternos y espirituales en manos de otros por cuestiones materiales, respetos humanos, o simplemente por mediocridad, por no enfrentar los compromisos de una vida autónoma.
Hay almas que por incapacidad, costumbre, o franca torpeza, ceden su libertad, su voluntad y su querer, en las manos de quien les sufraga parcamente sus gastos materiales, pretendiendo poner el título de humildad o mansedumbre, cuando en realidad es un conformismo en el mejor de los casos.
Por encima de los intereses transitorios se encuentran los eternos, espirituales, y la propia salvación de nuestra alma, donde se debe trabajar arduamente, sacrificando no pocas veces lo temporal a lo sobrenatural; pero como acontece en la vida humana, siempre hay almas que piensan en pequeño, y en pequeño se quedan, que temen contrariar a su prójimo, conculcando los bienes eternos.
Todo cuesta y tiene un precio a pagar, sobre todo en los inicios, máxime en la vida espiritual, lo más cómodo es resignarse y hacerse el humilde, con tal de evitar la responsabilidad de sus propios actos, de asumir las consecuencias y riesgos que conlleva el conducir su propia vida bajo las directrices del fin de nuestra existencia.
Se comienza cediendo por unos mendrugos de pan, hasta esclavizarse o hacerse dependiente de quien les da sus dádivas y gobierna su vida con muy buena intención en el mejor de los casos.
Tenemos la libertad de los hijos de Dios, la oportunidad de llevar nuestra cruz a cuestas, de vivir la voluntad de Dios de manera propositiva, con propuestas saludables, con ánimo, inteligencia, y determinación de fructificar los dones y talentos que hemos recibido.
Valoremos lo que somos, templos vivos de la Santísima Trinidad, aquilatemos el fin nobilísimo para el cual hemos sido creados, los riesgos que corremos en la vida, la recompensa eterna en el paraíso que nos aguarda con la gracia de Dios; para lo cual nos es de gran utilidad meditar las verdades eternas, estudiar la vida y pasión de nuestro Divino Redentor, frecuentar los santos Sacramentos, tener una gran fe en la santa Misa, la devoción a la santísima Virgen María, poner orden en nuestra vida, cumplir con nuestras obligaciones de estado, y aspirar a nuestra patria, el paraíso.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos conceda las gracias necesarias para amar y servir a nuestro Señor Jesucristo, para vivir la libertad de los hijos de Dios, para fructificar los dones y talentos que hemos recibido de Dios nuestro Señor.