23 Jul
23Jul

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, en la presente vida habrá circunstancias que sean favorables, opuestas, incómodas, aflictivas, y otras dolorosas, propio de la naturaleza humana, como aconteció en la vida de nuestro Divino Redentor, y en la de los bienaventurados; no hay hombre que tenga todas las cosas a su gusto, porque sencillamente estamos en el mundo. 

"¿Por qué te afliges de que no te suceda lo que quieres y deseas? ¿Quién es el que tiene todas las cosas a medida de su voluntad? Ni yo, ni tú, ni hombre alguno sobre la tierra." Imitación de Cristo I, XXII, 1.

Cada uno tiene su cruz, acompañada de las gracias necesarias para nuestra santificación, siempre contaremos con el auxilio de la Divina Providencia para sobrellevar las cargas y trabajos a que estamos sujetos, y es así, como mediante el seguimiento de nuestro Señor Jesucristo con nuestra cruz a cuestas, hemos de alcanzar la salvación eterna.

En esta vida no tendremos todas las cosas a nuestra medida, pero debemos esforzarnos en cumplir con nuestras obligaciones de estado, marcar límites sanos, hacer nuestro espacio propicio para nuestra vida espiritual, vivir la caridad bien entendida y no convertirse en marioneta de los respetos humanos, aprender a decir que no cuando sea necesario, defender la verdadera libertad de los hijos de Dios, cuidar del orden y el orden cuidara de nosotros: "Estad firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de servidumbre." Gálatas V, 1. 

Debemos estar completos, despiertos, ubicados en nuestra realidad, conscientes del motivo de nuestra estadía en la tierra, con proyectos y planes acomodados a nuestros dones, talentos, y obligaciones de estado; realmente vivir  católicamente.

"Sed sobrios, y velad: porque el diablo vuestro adversario anda como león rugiendo al rededor de vosotros, buscando a quien tragar: Resistidle fuertes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos esparcidos por el mundo, sufren la misma tribulación. Mas el Dios de toda gracia, el que nos llamó en Jesucristo a su eterna gloria, después que hayáis padecido un poco, él os perfeccionará, fortificará, y consolidará." San Pedro V, 8. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos, amparadnos, y protegernos en la vida y en la muerte, perseveremos en nuestros santos propósitos hasta el fin de nuestra vida. 


Dios te bendiga.



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