04 Jan
04Jan

Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, una vez que hemos examinado nuestra conciencia, nuestras debilidades y fortalezas, amenazas y oportunidades, debemos ponernos a trabajar, dejar de culpar al universo mundo de la falta de avance en nuestra vida espiritual, ya que no podemos encadenarnos al pasado o justificarnos en los hechos que hemos padecido para autorizar nuestro retroceso o estancamiento. 

"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con este o con aquel genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

Es tiempo de despertar, de ponernos a trabajar con lo que tengamos, de hacer condiciones de vida católica, de apartarnos de lo que nos aleja de Dios nuestro Señor, de tomar conciencia de nuestra vida, del motivo de nuestra estadía en la tierra; en síntesis, es momento de aplicarnos en la conquista del reino de los cielos. 

Es absurdo e improductivo estancarnos o retroceder en la vida espiritual, culpando al pasado, a nuestra formación, a lo accidentado que pudo haber sido nuestra vida, a los incidentes que tal vez nos marcaron, a los desencantos y escándalos que pudimos haber presenciado; sencillamente lo pasado es pasado, la razón de nuestra existencia sigue vigente, debemos salvar nuestra alma, ocuparnos con inteligencia, valor y astucia en vivir eternamente en el cielo. 

"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales. 

No se trata de llenarnos de ocupaciones, devociones, y compromisos; empecemos por vivir en gracia de Dios, por cumplir nuestras obligaciones de estado, por hacer con perfección lo mucho o poco que nos corresponde hacer; porque algunas almas conciben que a mayores ocupaciones mayor perfección, terminando por descuidar su vida espiritual y por hacer mal lo que es de obligación conforme su estado y condición. 

Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne iluminar nuestro entendimiento, fortalecer nuestra voluntad, refrescar nuestra memoria de los beneficios que hemos recibido de nuestro Divino Redentor, para ocuparnos con inteligencia en nuestra salvación eterna. 


Dios te bendiga.


  

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