Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, si te has equivocado, cometido errores, faltas y pecados, puedes recuperarte, santificarte, unirte a Dios con un corazón contrito y humillado, pidiendo perdón de corazón en la sagrada confesión, cumpliendo la penitencia, reparando lo que esté en tus manos.
"Sacrificio para Dios es el espíritu atribulado: al corazón contrito y humillado no lo despreciarás, oh Dios." Salmo L, 19.
Algunas almas les invade la melancolía, el pesimismo, la apatía al ver sus pocos resultados en su vida espiritual, máxime cuando existe un retroceso a pesar de su buena voluntad; lo cual, algunas veces tiene su origen en el amor propio, en que les cuesta mucho aceptarse como son en realidad, que no son la perfección que quisieran, acentuándose cuando sus compañeros adelantan.
Antes que todo, no debemos competir, ni compararnos con nuestros semejantes, porque cada uno tenemos dones y talentos diferentes, a cada uno se nos ha dado gracias distintas, el modelo a seguir no son nuestros hermanos, sino Jesucristo nuestro Redentor: "Jesús le dice: yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre sino por mí." San Juan XIV, 6. Tratemos de edificarnos y movernos a adelantar ante los santos ejemplos de nuestros compañeros de camino, alabando a Dios porque hay almas que despuntan en la perfección espiritual.
Debemos precavernos de la envidia espiritual, que es muy sutil, inadvertida algunas veces, pero va corrompiendo las obras más santas, los esfuerzos heroicos, e incluso, tiene muchos matices por los cuales se escabulle.
"La envidia es una tendencia a entristecerse del bien del prójimo como si fuera algo que mermara nuestra superioridad. Muchas veces va acompañada del deseo de ver al prójimo privado del bien que nos deslumbra. La envidia procede de la soberbia, que no puede sufrir superiores ni rivales. Cuando nos convencemos de la verdadera superioridad de otros, nos entristecemos al ver que hay quienes tienen tan buenas o mejores cualidades que nosotros, o, por lo menos, alcanzan mayores triunfos. Las dotes brillantes son especialmente objeto de la envidia; sin embargo, entre los hombres serios, versa también sobre los dotes sólidos, y aún sobre la virtud misma. Manifiéstase este pecado por la pena que nos da el oír alabar a otros; procuramos atenuar aquellos elogios diciendo mal de los alabados." Tanquerey, compendio de teología ascética y mística, página 552. https://www.para-salvarte.com/instrucción-religiosa/sobre-la-envidia
Debemos ocuparnos de nosotros queridos hermanos, de conocernos en la verdad, para poder amar realmente a Dios, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos; dejar las rencillas, los celos, las diatribas y querellas, por enfocarnos en nuestro bien eterno y temporal.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos, acompañarnos, y resguardarnos de la corrupción del mundo, del demonio, y de la carne, para entregarnos a nuestra vida espiritual, a nuestras obligaciones de estado, hasta ver la bienaventuranza eterna.
"Que otros sean más estimados que yo, Jesús dame la gracia de desearlo.
Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo eclipse, Jesús dame la gracia de desearlo.
Que otros sean más alabados y de mí no se haga caso, Jesús dame la gracia de desearlo.
Que otros sean más empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil, Jesús dame la gracia de desearlo." Cardenal Merry del Val, letanías de la humildad.