Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, debemos ser conscientes de la gran responsabilidad que depende de nuestra vida, la eterna bienaventuranza o el infierno; más allá de las diferencias personales, de las dificultades propias de la vida, de las debilidades de la naturaleza humana, se encuentra el estado de nuestra alma, nuestra relación con Dios, la eternidad...
"Las cosas de éste mundo fueron dadas al hombre para que le ayuden a conseguir su fin, que de ellas tanto debemos usar cuanto sirven al fin, y tanto dejar o quitar cuanto nos impiden." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Por esto es importante la meditación de las verdades eternas, la reflexión pausada del motivo de nuestra estadía en la tierra, del fin de nuestra existencia, de los fundamentos de la fe católica. ¿Cómo vivir cristianamente sin meditación?, ¿cómo vivir la fe católica si no se le conoce?...
Un peligro muy ordinario en nuestros días, es la ligereza de vida, las prisas, el inmiscuirnos en problemas que no nos atañen, el juzgar la vida de los demás, el no tener tiempo para nuestra relación con Dios nuestro Señor, lo cual redunda en menoscabo de nuestra vida espiritual. "Vanidad es amar lo que tan presto se pasa, y no buscar con solicitud el gozo perdurable". Imitación de Cristo I, I, 4.
Queridos hermanos, es necesario darnos un tiempo para el retiro espiritual, para examinar nuestra vida y conciencia, para reestructurar nuestro caminar, para reformar nuestras costumbres, nuestra manera de vivir. ¿Cuál es el estado actual de nuestra alma?, ¿qué queremos hacer con nuestra vida?, ¿a dónde queremos llegar?...
Una vida al acaso es difícil que de buenos resultados, buenas intenciones sin método ni los medios necesarios, suelen ser frustrantes los resultados; Para esto es saludable instruirnos en la vida de los Santos, aconsejarnos de un director espiritual, pedir la ayuda de un buen sacerdote. "¿Qué haría un condenado si tuviese el tiempo que yo tengo? Y yo, ¿qué hago?"
Roguemos a la augusta Madre de Dios, nos alcance las gracias necesarias para nuestra santificación, imploremos el patrocinio de los Santos de nuestra particular devoción, perseveremos y hagamos lo que está de nuestra parte para amar y servir a Dios nuestro Señor en la presente vida, para verle y gozarle eternamente en el cielo.