Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, debemos tener paciencia con nuestras miserias y debilidades humanas, ya que la reforma de costumbres, la cristianización de nuestra alma, requiere perseverancia, tiempo, y comprensión de las propias limitaciones.
Lo ordinario, es buscar un cambio rápido, desear gozar de la paz sensible, querer disfrutar de la libertad de los hijos de Dios; pero, el camino ordinario, es el trabajo de doblegar nuestra naturaleza, educar nuestra voluntad, instruir nuestro entendimiento, padecer las embestidas del mundo, demonio y carne; purificarnos con lo ordinario de la vida, sufrir la inconstancia de nuestra naturaleza, aprender de las tentaciones, caídas, fracasos y derrotas en la vida espiritual.
"Nuestra vida, en la actual peregrinación, no puede estar sin pruebas, puesto que nuestro progreso se realiza a través de la tentación. Nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, y nadie podrá ser coronado sin vencer, ni podrá vencer si no hay lucha, por falta de enemigo y tentaciones." San Agustín, exposición del salmo 60, 3.
No debemos buscarnos a nosotros mismos en la vida espiritual, deseando en todo nuestro beneficio sensible, porque esto nos puede llevar a una frustración, e incluso, a pensar que no hemos nacido para la vida espiritual.
Debemos servir a Dios nuestro Señor donde la Providencia tenga a bien colocarnos, donde el resultado de nuestra vida nos muestre la realidad, de tal suerte, que en la tribulación o en el gozo espiritual, en la salud o en la enfermedad, en la riqueza o en la pobreza debemos servir a Dios; ya que el fin no somos nosotros, no debemos servirnos de Dios para nuestro provecho, sino servir a Dios conforme al fin de nuestra existencia.
"El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma." San Ignacio de Loyola,'ejercicios espirituales'.
Nuestra reforma de costumbres es un trabajo de toda la vida, donde no podemos rehuir a llevar nuestra cruz, integrada principalmente por las obligaciones de estado, los padecimientos de la naturaleza humana, la convivencia con los demás, nuestros talentos, y la misión particular que tenemos.
"Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame." San Mateo XVI, 24.
Benditas cruces, tribulaciones y gozos que Dios nos concede, medios para alcanzar la bienaventuranza eterna, agradezcamos la prosperidad y la adversidad de nuestra vida, porque hemos sido llamados al reino de los cielos.
Roguemos a la Santísima Virgen María, se digne bendecirnos y cubrirnos bajo su manto maternal, muévanos a imitar la vida de los bienaventurados; crezca nuestra fe y confianza en Dios nuestro Señor.
"¿Estáis en la miseria del pecado? Invocad a la divina María y decidle: Ave, que quiere decir: Os saludo con profundo respeto, ¡oh Señora!, que sois sin pecado, sin desgracia. Ella os librará del mal de vuestros pecados." San Luis María G. de Montfort, 'El secreto del rosario', rosa XX.