Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, nosotros somos un compuesto de alma espiritual y cuerpo material, ambos conforman nuestra persona, siendo nuestra misión en la tierra alcanzar la bienaventuranza eterna, salvar nuestra alma amando y sirviendo a Dios nuestro Señor; para lo cual, el Autor de nuestra vida nos asiste con su gracia, con la ayuda de la santa Iglesia, con los ángeles de la guarda, y la comunión de los Santos.
"El hombre consta de dos partes esenciales: el cuerpo material y el alma espiritual (de fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 165.
Requerimos conocer la doctrina católica para entendernos, para conocer nuestro fin, para aprender a servir a Dios, para vivir santa y piadosamente; al igual que debemos acostumbrarnos a la meditación cotidiana de las verdades eternas, tener especial devoción a la santa Madre de Dios, frecuentar los sacramentos, así como conocernos mediante el examen particular y general de conciencia.
Nuestra patria es el paraíso, pero debemos cumplir con nuestra misión en la tierra, alcanzar con nuestros actos libres la salvación eterna, corresponder a la gracia, llevar el buen olor de Cristo en nuestra vida, así como la verdadera libertad de los hijos de Dios que nos libra de los pecados.
"Cada hombre posee un alma individual e inmortal (de fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 167.
Dios a nadie niega su gracia, a todos nos convoca a las bodas eternas, a todos nos llaman a vivir en el paraíso gozando del fin eterno para el cual hemos sido creados. ¿Por qué vacilamos, queridos hermanos?, ¿por qué no nos entregamos en cuerpo y alma a nuestra santificación?, ¿qué impide nuestra entrega total a Cristo en nuestro estado y condición?...
"Para cada acto saludable es absolutamente necesaria la gracia interna y sobrenatural de Dios (gratia elevan; de fe)." Ludwig Ott, manual de teología dogmática, página 354.
Tal vez un poco la ignorancia del fin de nuestra existencia, un poco de orgullo y pereza que impiden la entrega al servicio de Dios, el exceso de ocupaciones que nos lleva todo el tiempo, el no saber compaginar nuestro estado y condición de vida con la fe.
Nunca es tarde para comenzar, Dios siempre nos espera, nos llama, nos invita a tomar nuestra cruz y seguir sus pasos, a pesar de los errores que podamos haber cometido, de las faltas en que pudimos haber incurrido, el Señor está dispuesto a perdonarnos en el sacramento de la confesión, a fortalecernos con la sagrada comunión, a acompañarnos y sostenernos con su gracia, a morar en nosotros por su amor.
"¿Cuándo, cuándo acabaré de decidirme? ¿Lo voy a dejar siempre para mañana? ¿Por qué no dar fin ahora mismo a la torpeza de mi vida?" San Agustín, Confesiones, capítulo XII, página 154.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne bendecirnos con su amor maternal, acompañarnos con su santa compañía, conducirnos al puerto de salvación con sus inspiraciones.
Dios te bendiga.