Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, los seres humanos somos un compuesto de alma espiritual y cuerpo material, que perdura hasta la muerte en la presente vida, volviéndose a unir en la resurrección de los cuerpos en el día final; por lo cual, tenemos necesidades y aspiraciones materiales, espirituales, sobrenaturales; teniendo como fin la bienaventuranza eterna si correspondemos a la voluntad del Autor de nuestra vida.
"Es el hombre un compuesto misterioso de cuerpo y alma, de materia y espíritu que en él se juntan íntimamente para formar una sola naturaleza y una sola persona. Es, pues, por así decirlo, el punto de unión, el lazo que junta los espíritus y los cuerpos, un compendio de las maravillas de la creación". Tanquerey, compendio de teología ascética y mística, No. 52, 1º, página 37.
Este compuesto, que nos configura como personas, origina un conflicto de intereses, los de la carne y del espíritu, pues de ambos estamos constituidos, pero la parte espiritual es el elemento superior que debe prevalecer por la razón ilustrada por la fe y fortalecida por la gracia.
"Es, pues, la vida una lucha: porque nuestras facultades inferiores se inclinan con fuerza al placer, mientras que las superiores tienden hacia el bien honesto. Mas entre estos dos suele haber conflicto: lo que nos agrada, lo que es, o nos parece ser útil para nosotros, no es siempre bueno moralmente; será menester que la razón, para imponer el orden, reprima las tendencias contrarias y las venza: ésta es la lucha del espíritu contra la carne, de la voluntad contra la pasión." Tanquerey, compendio de teología ascética y mística, No. 55, 3º, página 38.
Es importante, queridos hermanos, entender como estamos constituidos, para comprender la lucha que se suscita al interior de cada uno de nosotros, siendo necesaria la gracia de Dios, para sostenernos en su amistad, para hacer actos meritorios para la vida eterna, para llevar una vida espiritual que nos ayude a llegar al puerto de salvación eterna.
Además del combate entre nuestro cuerpo y nuestra alma, suele presentarse otro combate contra la autoridad de Dios nuestro Señor, y contra el mando o potestad emanada de Él, que tiene su génesis en la soberbia, que suele tener muchos disfraces, argumentos, y subterfugios para mantenerse siempre oculta al interior de nosotros.
"Además de estas luchas intestinas, puede haber otras entre el alma y su Criador. Cierto que por la recta razón conocemos ser obligación nuestra estar sometidos en todo a la voluntad del que es nuestro soberano Dueño. Pero esta obediencia nos cuesta mucho; hay en nosotros una sed de independencia y autonomía que nos inclina a emanciparnos de la divina autoridad; es la soberbia, a la que no podemos vencer sino por la humilde confesión de nuestra indignidad e impotencia, reconociendo los derechos imprescriptibles del Criador sobre la criatura." Tanquerey, compendio de teología ascética y mística, No. 57, página 39.
Procuremos profundizar en los elementos que nos constituyen, en el conocimiento de nuestra naturaleza humana, en la lucha interna que vivimos, y sobre todo, en el fin nobilísimo para el cual hemos sido creados, porque este entendimiento o discernimiento nos hace comprender el principio y fundamento de nuestra vida, del cual nos habla san Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales, dando el sentido cristiano a nuestra estadía sobre la tierra.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne iluminar nuestro entendimiento con las verdades fundamentales, mover nuestra voluntad para sujetar nuestro cuerpo a la razón, y usar de nuestra libertad para alcanzar la salvación eterna.