Queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo, nuestra vida espiritual no debe depender de los estados de ánimo, del cómo me siento, antes bien, debe prevalecer la razón ilustrada por la fe sobre los sentimientos del momento; definitivamente hay etapas en que se experimenta gozo sensible en las prácticas de piedad cristiana, y hay ocasiones en que nuestra alma se puede sentir desolada, e incluso pasar por periodos de noches oscuras conforme el sentir de los padres espirituales.
La razón ilustrada por la fe católica debe ser el eje rector por el cual nos debemos conducir, sobreponiéndonos a los sentimientos, a la desolación sensible o al gozo que podamos experimentar, de tal manera, que nuestra vida espiritual continúe independientemente de lo que podamos estar sintiendo o experimentando, tarea nada fácil, pero no imposible, ya vemos como san Pablo apóstol pidió al Señor que le quitara el aguijón de la carne en tres ocasiones, y le fue dicho: te basta mi gracia.
"Sano o enfermo, rico o pobre, sabio o ignorante, honrado o despreciado, con este o con aquel genio, con muchos o pocos dotes, aptitudes y talentos, puedo alabar, hacer reverencia y servir a Dios." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Para que nuestra alma se desarrolle, crezca, y se fortalezca, es necesario que aprendamos a buscar al Dios de los consuelos y no los consuelos de Dios, que amemos la voluntad de Dios, que aceptemos generosamente lo que la Divina Providencia nos envía o permite cada día para nosotros, recordando que nuestro Señor infinitamente misericordioso nos ha de enviar juntamente las gracias necesarias para sostenernos firmes en la fe, de tal manera, que aún las tribulaciones por las cuales tengamos que sobrellevar resulten para bien y provecho de nuestra alma.
"Y no solamente esto, mas nos gloriamos también en las tribulaciones: sabiendo que la tribulación obra paciencia, y la paciencia prueba, y la prueba esperanza, y la esperanza no trae confusión: porque la caridad de Dios está difundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha dado." Romanos V, 3.
La perfección no consiste en buscar los males o las aflicciones por ellas mismas, sino en amar la voluntad de Dios para cada uno de nosotros en el día a día, de tal manera, que si Dios nos concede una salud robusta, o bienes materiales en abundancia, o ingenio sobresaliente, amarlos como venida de nuestro Señor y emplearla en su servicio.
"Luego mi fin no son precisamente las riquezas, los honores, las delicias; representar un papel brillante en el mundo, lucir, gozar, sino principalmente y ante todo servir a Dios; y servirle, no a mi antojo y capricho, sino como Él quiere que le sirva." San Ignacio de Loyola, ejercicios espirituales.
Las cosas de la tierra no son fin, sino medios para llegar al cielo, de las cuales debemos servirnos para nuestra salvación eterna, aprovechándonos de nuestros dones y talentos, de las oportunidades que la Providencia nos envía para ganarnos el cielo conforme a nuestro estado y condición.
Roguemos a la augusta Madre de Dios, se digne iluminar nuestro entendimiento, para vivir de tal manera que alcancemos la eterna bienaventuranza.
Dios te bendiga.